viernes, 2 de junio de 2017

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Los jardines y huertas de la Alhambra y el Generalife







LOS JARDINES Y HUERTAS DE LA ALHAMBRA  Y EL GENERALIFE




Ibn Luyún, el gran sabio y literato almeriense, en el capítulo final de su Tratado de Agricultura y Jardinería, escribe el programa virgiliano de una casa de campo al gusto de su época. El Generalife es un fiel reflejo de esta teoría plasmada en una almunia real:


«En el lugar más elevado del jardín deberá construirse una casa, para facilitar su guarda y vigilancia. La orientación será hacia mediodía, elevando algo el sitio donde vayan a emplazarse la alberca y el pozo. En lugar de este último será mejor construir una acequia que corra bajo la umbría de árboles y plantas. Cerca de ella se plantarán macizos, que estén siempre verdes, de todas las plantas que alegran la vista y, algo más apartadas, diversas variedades de flores y árboles de hoja perenne. Un cerco de viñas rodeará toda la finca y, en la parte central, emparrados darán sombra a caminos que encuadrarán los arriates. En el centro se ha de levantar, para las horas de reposo, un pabellón abierto por todos lados y rodeado de rosales trepadores, arrayanes, y las diferentes flores que embellecen un jardín. Será más largo que ancho, para que la vista no se fatigue contemplándolo. En la parte más baja se dispondrá una nave de habitación para los huéspedes que hagan compañía al propietario; tendrá su puerta y una alberca que, oculta por un grupo de árboles, no podrá verse desde lejos. Convendrá, además, construir un palomar y una torrecilla habitable».



La alhambra de Granada debe su nombre a la palabra árabe “Al-Hamrá” que significa "castillo rojo”, debido al tono rojizo de las torres y murallas que la rodean. Está situada en lo alto de la colina de La Sabika, en la margen izquierda del río Darro y al este de la ciudad, frente a los barrios del Albaicín y de la Alcazaba.

Es en el siglo XIII con la fundación de la Dinastía Nazarí, la Alhambra se convertirá en el centro del poder político del reino musulman. Muhammad Ibn al-Ahmar, o Muhammad I, primer monarca nazarí, fijó la residencia real en La Alhambra. Este hecho marcó el inicio de la época de mayor esplendor.

La Alhambra presenta una posición estratégica, desde la que se domina toda la ciudad de Granada y la vega granadina. La Alhambra se convirtió  en palacio, ciudadela y fortaleza. Así mismo, fue la residencia de los sultanes nazaríes y de los altos funcionarios, servidores de la corte y de soldados de élite. Destaca el hecho de la gran importancia que adquirió Granada como capital del  reino nazarí, en comparación con los reinos cristianos de la época, gracias a la Alhambra.


En el recinto de la  Alhambra hubo hasta siete palacios. Los nazaríes construyeron también otros fuera de las murallas de la Alhambra, como fincas de recreo y descanso en el campo. Uno de los más importantes fue el Generalife.

La Alhambra de Granada es un recinto monumental que sorprende desde cualquier rincón y perspectiva que se observe o visite. En esa grandeza admirable no sólo destacan los palacios nazaríes realizados en piedra, ladrillo, estuco, mármol…además, embelesa por su belleza  paisajística que envuelve a recinto monumental. La naturaleza está presente en forma de jardines, huertas y el bosque, donde la tierra, el agua, los animales y el conjunto vegetal atraen y cautivan los sentidos.


En cualquier rincón siempre hay una alberca, acequia o fuente cuya agua riega, refresca y proporciona sonidos agradables y estampas bellísimas. Igualmente jardines o huertos diversos formados por plantas aromáticas, flores de variados colores y frondosas arboledas que proporcionan sabrosos frutos y que cubren de sombra y frescor.

Colindante al recinto monumental de la Alhambra, se encuentra un rincón muy singular, el Generalife. Fue construido sobre la ladera del Cerro del Sol, la colina que hay frente a la colina Sabika, (donde se encuentra la Alhambra) en tiempos del rey nazarí Muhammed III (1302-1309). El Generalife fue una villa rústica o almunia real rodeada de huertas y jardines que servían para manutención y descanso de la familia real. La palabra Generalife es árabe y viene a significar  “El huerto del arquitecto”. No obstante, para otros autores el significado de sería "La más noble y elevada de todas las huertas" o "Jardín del Paraíso Alto".

El Generalife  se convierte en la hacienda ideal para la explotación agrícola y el descanso. Posee un edificio residencial y una vasta extensión de terreno de cultivo y pasto que forman las huertas del Generalife.

Debido a las características del relieve del terreno, las huertas del Generalife están formadas en terrazas sobre la ladera de la colina del Sol. Estas terrazas forman los cuatro bancales que dan lugar a las huertas del Generalife. Los bancales están sostenidos por muros de contención compuestos por una mezcla de cal, arena, tierra y agua. La estructura de los bancales en terrazas, contribuye a la nivelación necesaria del suelo para la distribución del agua de riego mediante acequias.


Cada una de las huertas tiene su nombre en castellano que se ha conservado y transmitido desde muy antiguo son: "Colorada", "Grande", "Fuente Peña" y "Mercería". Rodea a la finca real una dehesa en la cual se criaban caballos, animales de granja y, además, servía de coto de caza para el uso del sultán.




Las huertas del Generalife suponen el ejemplo claro de la puesta en práctica de  modos y estilos agrícolas distintas a las de entonces en el Al-Andalus, es decir, de una agricultura desconocida hasta entonces y cuya principal característica es la generalización del agua para irrigar las tierras de cultivo. En la Alhambra de Granada y en Generalife queda recogido el espíritu de la sociedad andalusí inserta en la cultura árabe y en la que la idea del agua en la agricultura, es fundamental.


La agricultura andalusí se caracterizó por la introducción de nuevos cultivos y la diversificación de los conocidos, las mejoras en los sistemas de regadío y la intensificación del uso de la tierra mediante el empleo intensivo del abonado, con lo que supuso la reducción y, en muchos casos, la supresión de la técnica del barbecho, lo cual se evidencia por la aparición de cultivos de temporada, o cosecha de verano que antes era inexistente.

Fue con Al-Hamar (Muhammad I) fundador de la dinastía nazarí, cuando se llevó el agua a la Alhambra y al Generalife. Se construyó la Acequia Real, para traer el agua desde río Darro hasta el Cerro del Sol. El agua llegó a esta colina gracias a un sofisticado e inteligente sistema hidráulico que permitía la captar el agua desde el río Darro y distribuirla a través de la Acequia Real. Para ello se construye un azud (presa) desde el río Darro que desvía el agua almacenada hacia la Acequia Real. Desde la Acequia Real el agua discurría por toda una red secundaria de acequias menores, entre las que destaca la Acequia del Tercio y que ayudada por norias, depósitos y aljibes regaron las huertas reales del Generalife. Mientras, la Acequia Real sigue su recorrido y se extiende en una red de depósitos, aljibes, fuentes y albercas, que llevan el agua a todos los rincones de la Alhambra: jardines, la medina, palacios y Alcazaba. Todo ello hizo posible la transformación de estas tierras en un rico y habitable vergel.

Así pues, junto a la incorporación de nuevos sistemas hidráulicos  y las técnicas agrícolas de intensificación y diversificación del abonado,  la sabia alternancia de cultivos y los sistemas de injerto practicados fueron decisivos para la consecución del gran desarrollo agrícola en la zona.


Los árboles frutales tuvieron gran importancia en las huertas del Generalife. Variadas y diversas son las especies de árboles frutales que se cultivaron. Destacan la vid, el olivo y la higuera como trío representativo, pero el suelo del cerro del Sol vio, también, vio crecer y dar excelentes frutos del granado, albaricoquero, melocotonero, membrillero, limonero, naranjo amargo, ciruelo, peral, manzano…

Verduras y hortalizas aumentaron considerablemente en número de variedades que se cultivaron gracias a la aclimatación que experimentaron, a las mejoras en los sistemas de regadío y en las técnicas agrícolas. En este sentido, las huertas del Generalife proporcionaban alimentos frescos que se consumían, prácticamente todo el año. Pues las de verano  -calabazas, melones, pepinos, berenjenas, judías, sandías, ajos, entre otras- , que se recolectaban hasta el mes de octubre  y principios de noviembre, rotaban con las de invierno  -nabo, col, zanahoria, puerros, acelga, habas, alcachofas, espinacas, etc  -, que empezaban a aparecer en el mes de noviembre. De entre ellas, las más significativas por su elevado consumo destacan: las alcachofas,  las espinacas y las berenjenas.


Con la transformación de terrenos para adaptarlos en huertos agrícolas, fueron apareciendo zonas de plantas cultivadas para deleite y encanto recreativo y, al mismo tiempo, se cultivaron especies de plantas con la finalidad de experimentar con sus propiedades curativas o paliativas por parte de los médicos. Ello supuso el desarrollo de la botánica. Es decir, las huertas del Generalife cumplían tripe finalidad: agrícola, científica y recreativa.

Las huertas del Generalife, en ocasiones, se convirtieron en escenarios de experimentación de técnicas de cultivo, recolección, y prueba de la capacidad y propiedades de la tierra. Además, se estudiaron herramientas y aclimatación de especies.

Igualmente en dichas huertas  se introdujeron y cultivaron numerosas plantas para experimentar sus propiedades y combinados. Se llevaron a cabo multitud de preparaciones como jarabes, ungüentos, infusiones, destilados, etc. Con ello se elaboraron diversidad de recetas que se recogieron en compendios llamados farmacopeas. Se descubrieron propiedades medicinales de una gran cantidad de hierbas como el poleo, la menta, la manzanilla… Otras muchas de estas plantas, además, se emplearon como especias  y, por tanto, su aroma o perfume tan peculiar  se aprovechó  en la cocina, tanto para condimentar  los guisos como para realzar los diversos aromas de los platos.

Tras la conquista de Granada en 1492, los Reyes Católicos concedieron la finca del Generalife a un alcaide para su custodia y aprovechamiento. Dicha alcaidía pasó a perpetuidad, a partir de 1631 a la familia Granada-Venegas, hasta que, después de un largo pleito iniciado en el siglo XIX, se incorporó al Estado en 1921.




















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