Sembrando letras

SOBRE TIERRA FÉRTIL


Dejadme, Don Quijote de mis sueños, ser hoy tu fiel escudero Sancho. Dejadme enfrentarme hoy a aquellos gigantes, porque aunque sé que son molinos de viento, quiero, aunque sea soñando, sentir tu locura. En mi soledad de un sueño compartido y silencioso, deseo armarme de valor para tolerar y vencer la burla y el ridículo y el desprecio, el ser linchado y apaleado, golpeado y aporreado.

Sobre esta tierra fértil sembrad todas las letras y cultivad todas las palabras para que germinen y cosechemos la más hermosa locura de vivir soñando y la más hermosa cordura de soñar viviendo.



EL MITO DE DEMÉTER Y PERSÉFONE



DEMÉTER Y PERSÉFONE

Deméter hija de Crono y Rea y hermana de Zeus, padre de todos los dioses griegos, era diosa de la agricultura, nutría las tierras y las fertilizaba para la vida, regía las estaciones del año y los ciclos de la vida.

Deméter con la unión de Zeus tuvo una hermosa hija, Perséfone. Cierto día que Perséfone estaba recolectando flores en compañía de algunas ninfas, fue raptada por Hades, el dios de los infiernos, y se la llevó consigo. Hades consiguió abrir una grieta en la tierra y llevó a Perséfone al inframundo y la convirtió en la reina del mismo.

Pasaron días y Deméter comenzó a preocuparse por la ausencia de su hija Perséfone.
Deméter desesperó y enfurecida prendió fuego a dos antorchas y comenzó a buscarla por todo el mundo. Día y noche dedicaba su tiempo a la búsqueda de su hija, pero ninguno de los dioses, ni aún, los mortales le dijeron nada. Pasaron tres días cuando Helios, el dios del sol, que sabía todo por haber visto a Hades raptar a Perséfone, le contó quién se había llevado a su hija. Llena de cólera por el hecho, Deméter convirtió a las ninfas en sirenas por no haber hecho nada para evitar el rapto de Perséfone. Igualmente, manifestó su indignación con Zeus y los demás dioses que no le dijeron nada. Abandonó la morada de los dioses, el Monte Olimpo y corrió a la búsqueda de su hija, con lo que el cuidado de la tierra y las cosechas se vieron paralizadas. Los cultivos y cosechas comenzaron a secarse y las tierras se volvieron estériles por la pena y tristeza que angustiaban a Deméter. Los campos dejaron de producir frutas y vegetación y los animales comenzaban a morir. Fue el peor y más cruel de los años para toda la humanidad.

Ante aquella situación y el sentimiento de lástima de la pobre Deméter, Zeus envió a Hermes, dios mensajero, al infierno y ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, pero Hades sin que Hermes se diera cuenta dio de comer a Perséfone una semilla de granada. Comer un grano de granada en el infierno significaba que quién lo hiciera quedaría encadenado y esclavizado en el infierno para siempre.

En vista de que Perséfone no podría regresar a la tierra, Zeus decidió que Perséfone pasara parte del año en los confines de la Tierra, al lado de Hades, como diosa de los infiernos y la otra parte del año sobre la tierra, junto a su madre, la diosa Deméter, como diosa de la fertilidad de la tierra. Después Zeus hizo prometer a Deméter seguir cumpliendo su función de la diosa de la agricultura y del cultivo de la tierra. Asistirás, le encomendó Zeus, en las cosechas, asegurarás la maduración de los cultivos y enseñarás el modo de sembrar el trigo, el maíz y la cebada.



CUENTO: LA PRINCESA Y LOS GUISANTES



La princesa y los guisantes

Había una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero con una verdadera princesa de sangre real. Viajó por todo el mundo buscando una, pero era muy difícil encontrarla, mucho más difícil de lo que había supuesto.

Las princesas abundaban, pero no era sencillo averiguar si eran de sangre real. Siempre acababa descubriendo en ellas algo que le demostraba que en realidad no lo eran, y el príncipe volvió a su país muy triste por no haber encontrado una verdadera princesa real.

Una noche, estando en su castillo, se desencadenó una terrible tormenta: llovía muchísimo, los relámpagos iluminaban el cielo y los truenos sonaban muy fuerte. De pronto, se oyó que alguien llamaba a la puerta:
-¡ Toc, toc!
La familia no entendía quién podía estar a la intemperie en semejante noche de tormenta y fueron a abrir la puerta.
-¿Quién es? - preguntó el padre del príncipe.
- Soy la princesa del reino de Safi - contestó una voz débil y cansada. - Me he perdido en la oscuridad y no sé regresar a donde estaba.
Le abrieron la puerta y se encontraron con una hermosa joven:
- Pero ¡Dios mío! ¡Qué aspecto tienes!
La lluvia chorreaba por sus ropas y cabellos. El agua salía de sus zapatos como si de una fuente se tratase. Tenía frío y tiritaba.
En el castillo le dieron ropa seca y la invitaron a cenar. Poco a poco entró en calor al lado de la chimenea.
La reina quería averiguar si la joven era una princesa de verdad.
"Ya sé lo que haré - pensó -. Colocaré un guisante debajo de los muchos edredones y colchones que hay en la cama para ver si lo nota. Si no se da cuenta no será una verdadera princesa. Así podremos demostrar su sensibilidad".
Al llegar la noche, la reina colocó un guisante bajo los colchones y después se fue a dormir.
A la mañana siguiente, el príncipe preguntó:
-¿Qué tal has dormido, joven princesa?
- ¡Oh! Terriblemente mal - contestó -. No he dormido en toda la noche. No comprendo qué tenía la cama; Dios sabe lo que sería. Tengo el cuerpo lleno de cardenales. ¡Ha sido horrible!
- Entonces, ¡eres una verdadera princesa! Porque a pesar de los muchos colchones y edredones, has sentido la molestia del guisante. ¡Sólo una verdadera princesa podía ser tan sensible!
El príncipe se casó con ella porque estaba seguro de que era una verdadera princesa. Después de tanto tiempo, al final encontró lo que quería.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



Andersen (Adaptación)



CUENTO: LA PRINCESA LORENA Y SU HUERTO
Autores: Alumnado 5ºB
Ilustraciones: Alumnado 5ºB





PABLO PICASSO Y LA PLANTA DE TOMATE


La expansión en Europa de la Alemania nazi no tiene límites. El ejército nazi está en París. 

Durante cuatro años la resistencia del pueblo francés se convirtió en la mayor y mejor herencia que las generaciones francesas han podido recoger del siglo XX.

En 1.944 empieza a escribirse en la historia el declive y la expulsión nazi de suelo francés. Mientras los aliados se hallan desembarcando en Normandía para socorrer y liberar, de la invasión nazi, al pueblo francés. Por su parte, la resistencia ciudadana parisina no cesa de atentar contra los intereses alemanes alimentando un clima de revuelta popular. En este clima de sufrimiento y al tiempo, de esperanza, en un estudio de París, Pablo Ruiz Picasso pinta hasta en nueve ocasiones una planta de tomate que cultiva junto a una ventana. Hoy, su pintura “Planta de tomate” (1944), representa el símbolo de la resistencia francesa contra el ejercito nazi.

Planta de tomate (Pablo Ruiz Picasso, 1944)



CUENTO: LAS DOS HERMANAS Y LA NARANJA



LAS DOS HERMANAS Y LA NARANJA

 El ilustre Ben Tahir, guerrero valeroso y hábil gobernante, vivía con sus dos hijas en su hermoso palacio. Desde que ambas nacieron quiso educarlas con inteligencia y sensibilidad, y por eso dejó la educación de las niñas al cuidado del mayor sabio de su tiempo, Abu al Jadá.
Cada mañana, Ben Tahir sonreía contemplando los juegos de sus hijas en el jardín de palacio, y las veía comportarse con elegancia, sencillez y decoro. Pero un día, para sorpresa de todos, las dos hermanas empezaron a pelearse. Sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos, el padre se les acercó a toda prisa y preguntó al maestro Abu cuál era el motivo de la trifulca.
- Es por una naranja, mi Señor – le reveló éste.
- ¿Por una naranja?
- Así es, mi Señor. Este año el naranjo nos ha dejado sólo una.
- ¡Pues que dividan inmediatamente la naranja en dos mitades, una para cada niña!. ¡Es lo más justo y equilibrado! – dijo Ben Tahir, sin dudarlo un instante.
Se sentía satisfecho, pues su decisión había sido sabia, equitativa y justa.
Sin embargo observó que ninguna de sus hijas pareció alegrarse con la solución, y ambas se retiraron en silencio a sus habitaciones, tristes y alicaídas.
-  ¿Por qué mis hijas continúan tristes? ¿Cómo es posible? – preguntó Ben Tahir, desconcertado.
El sabio Abu le respondió:
- Quizá el partir la naranja en dos mitades se revela ahora como algo decididamente tonto, Gran Señor.
- ¿Acaso me insultáis?, vasallo.
- No Señor, sólo digo que prestando más atención a sus hijas podría haber alcanzado un reparto mejor.
- ¿Cómo dices, viejo Abu?
- De haber preguntado, mi Gran Señor, en lugar de decidir por ellas, se habría dado cuenta que consistía en dar toda la piel a quien de ellas la pretendía 

sólo para ralladura, y así elaborar un pastel, y dar toda la pulpa a la otra quien deseaba comérsela sin más.




POEMA: LOS SUEÑOS DEL NARANJO


         

Los sueños del naranjo

El naranjo
teje sueños
con sus gotas de azahar

La tarde lo mira
mira
y se pregunta
al pasar....

¿Cuántas naranjas
jugosas
de sus ramas
¿colgarán?


                                                    Inés de Cuevas


                                                                                                                                                                                                                                                                                             


LA LEYENDA DE FILIS Y ACAMAS


Filis y Acamas


Según la mitología griega, la princesa Filis de Tracia, se enamoró de Acamas, hijo del gran héroe Teseo. Acamas había partido para combatir en la guerra contra los troyanos. Tras la caída de Troya, cuando la flota ateniense volvió a la patria, la princesa Filis iba todos los días a la costa y paseaba por la orilla del mar, con la esperanza de ver regresar a su amado Acamas. Después de nueve días de larga espera, murió de pena y sufrimiento, y la diosa Atenea la convirtió en un almendro, en memoria de su fiel amor y su esperanza. Transcurridos tres meses, volvió por fin Acamas, y al conocer la triste noticia de su amada Filis, se arrodilló ante el almendro y, profundamente lloroso y dolorido, pidió perdón por no haber regresado antes. De repente, el árbol se cubrió con miles de flores. De esta manera Filis mostró su amor más allá de la muerte, floreciendo de repente.


POEMAS


El almendro florido

A media ladera de la sierra
veo un almendro florido:
Dios te guarde, bandera blanca,
¡hace días que te he deseado tanto!

Eres la paz que se anuncia
entre sol, nubes y vientos…
no eres aún del mejor tiempo,
pero tienes toda su alegría.

                                                           Joan Maragall i Gorina


Flor de Almendro

La flor de almendro está vestida de blanco
con mantos tejidos por los meses fríos.
Es un explorador o un adelantado
escalando las elevaciones del terreno
o un capitán cuyas tropas son
las distintas clases de flores.

                                                                                               Poema andalusí siglo XI                                                                                              


POEMAS


POEMA

NISPERO NISPERERO

Níspero, nisperero
Con tu bella flor en febrero
De tu rama el níspero es lo que quiero

Es naranja y pequeño
Como su dueño
Oh, níspero que tu piel yo pelo

Tus huesos vacío primero
 Y tu carne muerdo luego

Nisperero, nisperero
Te recoge el barrendero
Porque te has caído al suelo

Níspero, nisperero 
Deseo que nunca te hagas feo

Nisperero, nisperero
eres mi preferido árbol frutero 

                                                                                                                                                                                                                                  Alba Alonso Sillero 5º B



CUENTO



CUENTO: EL ÁRBOL TRISTE


Un día, una niña jugaba por el bosque cuando de pronto, se sorprendió al ver que en aquel bosque, tan sólo había un árbol sin hojas. La niña se acercó al  árbol y le preguntó:
-¿Por qué no tienes hojas como los demás árboles
-Porque en esta época del año los árboles de hoja caduca se quedan sin hojas. – contestó el árbol.
-¿Y por eso estas tan triste?
-No, no es por no tener hojas, sino porque los otros árboles se burlan y se ríen de mi por no tener hojas.
- ¿Y por eso se ríen de ti? – preguntó la niña.
-Si.
La niña se quedó pensativa, y después de unos instantes, dijo:
-Ya se esta haciendo tarde y me tengo que ir. Adiós.
-Adiós. – contestó el árbol.
Desde ese día la niña iba a visitar al árbol todos los días. Pero un día, cuando se acercó al árbol, se quedo muy sorprendida al ver que el árbol le habían unas pequeñas hojitas en una de sus ramas. Al instante, dijo:
-¿Qué te ha pasado?
-No lo se. – contestó el árbol.
- Acabo de verte en una de tus ramas unas pequeñas hojitas verdes.
-¿Y cómo me han aparecido esas hojitas?
-No lo sé. –contesto la niña y después de pensar, dijo:
-Le voy a preguntar a mi padre.
Al día siguiente cuando regreso al bosque le dijo al árbol:
-Ya se porque te han salido las hojas.
-¿Por qué?
- Algunos árboles pierden sus hojas en invierno pero en primavera vuelven a salir. Ahora, como comenzó la primavera –continuó la niña, empiezan a salirte hojas nuevas en tus ramas.
Desde ese día el árbol estuvo contento todos los inviernos, porque sabía  que en primavera seria un hermoso árbol con muchas hojas.

                                                                                                    Susana Vicente Martínez 5º B


LEYENDAS Y CURIOSIDADES


LEYENDA Y CURIOSIDADES


Leyenda: Las tres aceitunas

Cuenta la leyenda, que cuando la aceituna madura, los moros expulsados de Andalucía mandan desde África una bandada de zorzales. Cada pájaro coge tres aceitunas, dos en las patas y una en el pico, y regresan con ellas a África para entregarlas a sus amos. De ese modo, los moros van renovando las propiedades sobre sus olivos y nunca pierden el derecho a recuperarlos.



Leyenda: El olivar solitario

Cuenta la leyenda que en lo más profundo de Jaén, un día nació un olivo, pero no era un olivo cualquiera, este olivo era especial por una razón en vez de tener olivas normales tenía…¡olivas de oro!
Como sus olivas no eran normales los demás olivos no querían estar con él.
Por eso dicen que ese olivo, el 31 de octubre, vaga solo por cada bosque que ve……


 Carolina Lolich Lussón 4º A



Curiosidades: La montaña de los tiestos

En tiempos de los romanos, el apreciado aceite andaluz se exportaba a Roma y a distintos lugares de su Imperio.

El aceite se transportaba en pellejos hasta los embarcaderos, donde el río era navegable, y allí se trasegaba a ánforas olearias, panzudas, casi esféricas.

Cada ánfora se identificaba con un sello del alfarero y con unas inscripciones hechas a tinta, en las que se indicaba el peso, contenido y procedencia.

Como el envase no era retornable, los almacenistas rompían las ánforas vacías y arrojaban sus tiestos a un descampado cercano.

El montón de tiestos fue creciendo, entre los siglos I y III, hasta formar un monte, el Testaccio (monte de los tiestos, en italiano), en el que se calcula que habrá unos veinticinco millones de ánforas.



POEMAS


POEMAS


                                             ¿Qué es un olivo?                                              

¿Qué es un olivo?
Un olivo
es un viejo, viejo, viejo
y es un niño
con una rama en la frente
y colgado en la cintura
un saquito todo lleno
de aceitunas.

                              Rafael Alberti

      
La primavera ha venido

La primavera ha venido
dejando en el olivar
un libro en cada nido.
Vivir leyendo, leyendo
mientras la paz en el mundo
no se nos vaya muriendo.
Paz, paz, paz para leer
un libro abierto en el alba
y otro al atardecer.
                        
                           Rafael Alberti


Paisaje

El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.

Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.

Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.

Se riza el aire gris.

Los olivos,
están cargados
de gritos.

Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.

                               Federico García Lorca


Aceituneros

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma ¿quién
quién amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.

                            Miguel Hernández


POEMAS ALUMNOS DE 3º B

El olivo

El olivo verde
el olivo blanco
me gusta el olivo
de mi campo
es de todos los tamaños
grande y largo
como sus hermanos.

                                          Lucía López Martínez
                                         Yaiza López Martínez
                                     Cristina García Contreras


El olivo divino

Divino es el olivo
que siempre da olivas
con él, la paz aumenta,
mirando al cielo
cogiendo olivas
el aceitunero

                            Tarek Ortuño
                         Sergio Polo
                          Jesús García


El olivo

El olivo forma parte
de un gran olivar,
de él sale el aceite
gracias a un arduo trabajar.

Sus raíces se aferran
a la dulce tierra
que tanto necesitan.

                                                                                                                                                                                                      Kineret Nganso Pettcha Alpuente
               Omayma Redani
              Kawtar Kharraq

El olivar

Olivar ,olivar
crece, crece
para ver tus hermosos
olivos del olivar.

Olivos de Jaén,
despertad y bebed
un poco de pura
agua de Jaén.

Vuestra sangre,
vuestra vida
crece gracias
al amante del
olivo.

Rama ramita
ponte larga,
muy larga,
con tus aceitunas
alimentarás
al niño que
canta.

Olivar, olivar,
no te encarceles,
déjate  vivir,
olivar, olivar.        

                                         Salma Lemjaafar 4º A
  

Los olivos

Los olivos han venido,
mira que bonito
con sus frutos.

Las olivas son
pequeñitas como
la mariquitas.

Las olivas nacen
a final de noviembre
hasta medida de marzo
dependiendo ……. Del tiempo que hace.

Oro amarillo,
que en las tostadas
estás muy rico.

                                          Yusef  4º A



EL JARDÍN DE ALCÍNOO




EL JARDÍN DE ALCÍNOO

La Odisea puede considerarse como la más grande de las obras clásicas de la mitología griega. Se trata de un poema épico escrito por Homero en el que se narran los distintos viajes que Odiseo (Ulises en Látín) realiza, después de la guerra de Troya, hasta llegar a la isla de Ítaca, donde esa su hogar y le esperan su esposa Penélope y su hijo Telémaco.

La Odisea comprende los diez años que duró el viaje de Ulises hasta llegar a la isla de Ítaca, y en ella se narran las distintas y variadas aventuras, combates, peligros y hazañas a las que hubo de enfrentarse Odiseo.

Odiseo en la isla Esqueria donde habitan los feacios.

En las distintas aventuras, Odiseo mostró una gran  inteligencia y astucia para escapar de los continuos problemas a los que se enfrenta, por designio de los dioses. Además, la diosa Palas Atenea, la deidad de ojos de lechuza, se enamora de Odiseo, y le ayuda en todo el viaje de regreso, dándole todas las fuerzas que necesitaba.

En su regreso a casa, Odiseo llega a la isla de Esqueria, donde viven los Feacios y su rey Alcínoo. Cuando Odiseo se halla a punto de entrar a la ciudad encantadora, la diosa Palas Atenea, la deidad de ojos de lechuza,  se le aparece bajo el aspecto de una joven que llevaba un cántaro, se detiene frente a Ulises, y el héroe la interroga de la siguiente manera:

― Hija mía, ¿no podrías conducirme a la casa del héroe Alcínoo, que reina sobre estos pueblos? Yo llego, desdichado extranjero, de un país muy lejano, no conozco a ninguno de los hombres que residen en esta ciudad y que cultivan estos campos.

― Sí, sin duda, venerable extranjero ― responde Palas Atenea, la deidad de ojos de lechuza ― yo te indicaré la casa por la cual me preguntas. Alcínoo vive cerca de Zeus,  mi padre irreprochable; pero sigue guardando el mismo silencio; yo te indicaré el camino; no mires a nadie ni les hagas preguntas, no suelen acoger a los forasteros  Nuestros ciudadanos no reciben de buen grado a los extranjeros, ni acogen con benevolencia a los que vienen de lejos.

Odiseo y Palas Atenea

De esa manera habló Palas Atenea, al momento, se adelantó con rápido paso y Odiseo sigue las huellas de sus pasos. Los feacios que eran ilustres navegantes, en aquella isla, no vieron a Odiseo, por en medio de ellos, cruzó y atravesó la ciudad. Pues, Palas
Atenea, de hermosa cabellera y bondadosa alma, lo había cubierto con una densa y divina nube. En su andadura por la ciudad, Odiseo miraba maravillado el puerto y las naves ancladas en fila, la plaza pública donde se congregaban los jefes, los largos y elevados muros provistos de estacas,. Era un espectáculo admirable. Al llegar junto al  palacio del rey Alcínoo, la diosa Palas Atenea, la deidad de ojos de lechuga, comenzó a hablarle de esta manera:

Este es, venerable extranjero, el palacio que me pediste te mostrara, el palacio de Alcínoo, rey de los Feacios. En el palacio encontrarás los príncipes, hijos de Zeus, celebrando un banquete; pero vete adentro y que tu alma y ánimo no se perturbe, pues el hombre que es audaz realiza mejor los proyectos que emprende, aunque haya venido de otra tierra. Entrado en la sala, hallarás primero a la reina, cuyo nombre es Arete, la más bella de las mujeres.

Más allá del patio, se extiende un gran huerto de cuatro fanegas, por todas partes está circundado por un muro. Allí crecen árboles altos y verdes, perales granados, de brillantes frutos, dulces higueras y olivos siempre verdes. Los frutos de estos árboles no cesan en todo el año, no faltan ni en invierno ni en verano; son perennes. El Céfiro con su hálito hace nacer a los unos y madurar a los otros. La pera envejece al lado de la pera, la manzana al lado de la manzana y el higo al lado del higo. All,í se plantó también una fecunda viña, una parte de la cual, en un llano unido y descubierto, está secándose a los rayos del sol; se vendimian sus racimos, mientras las otras se están prensando; más lejos hay todavía racimos jóvenes, los unos aparecen en flor, y los otros comienzan a ennegrecer. En el extremo del jardín hay unos arriales regulares que se llenan de diversas hortalizas, que florecen en abundancia y siempre lozanas. Hay en el huerto dos manantiales: el uno serpentea a través de todo el huerto, el segundo, por otro lado, corre junto a la entrada del patio, cerca del elevado palacio; es allí adonde van a buscar agua los habitantes. Tales eran los ricos presentes de los dioses en la morada de Alcino.

Ante esta vista, el noble Ulises estaba mudo de asombro. Después de haber admirado en su alma todas estas maravillas, traspone rápidamente el umbral y penetra en el interior del palacio. Encuentra a los príncipes y a los jefes de los feacios haciendo con sus copas libaciones al clarividente Hermes.



Capítulo XII "El Quijote"

«Sembrad este año cebada, no trigo; en este podéis sembrar garbanzos, y no cebada; el que viene será de guilla de aceite y los tres siguientes, no se cogerá gota»




Capítulo XII (Don Quijote de la Mancha)         
De lo que contó un cabrero a los que estaban con Don Quijote

(En este capitulo se nos narra como un cabrero anuncia  la muerte de un pastor que falleció debido a los amores de una moza muy hermosa, Marcela. Don Quijote que era desconocedor de esta historia se intereso por la historia y el pastor de buen grado, accede a contársela).

Al lugar donde se encuentra el grupo de cabreros, llegó el mozo de los que les traían del (de la) aldea el bastimento (provisión de comida u otras cosas necesarias), y dijo:
— ¿Sabéis lo que pasa en el lugar, compañeros?

— ¿Cómo lo podemos saber? —respondió uno dellos (de ellos).

—Pues sabed —prosiguió el mozo— que murió esta mañana aquel famoso pastor estudiante llamado Grisóstomo, y se murmura que ha muerto de amores de aquella endiablada moza de Marcela, la hija de Guillermo el rico, aquella que se anda en hábito de pastora por esos andurriales (fuera de camino).

—Por Marcela, dirás —dijo uno.

Don Quijote, su fiel escudero Sancho y los cabreros
—Por esa digo —respondió el cabrero— y es lo bueno que mandó en su testamento que le enterrasen en el campo, como si fuera moro, y que sea al pie de la peña donde está la fuente del alcornoque, porque, según es fama y él dicen que lo dijo, aquel lugar es adonde él la vio la vez primera. Y también mandó otras cosas, tales, que los abades del pueblo (los curas del lugar) dicen que no se han de cumplir ni es bien que se cumplan, porque parecen de gentiles (paganos, es decir, no cristianos). A todo lo cual responde aquel gran su amigo Ambrosio, el estudiante, que también se vistió de pastor con él, que se ha de cumplir todo, sin faltar nada, como lo dejó mandado Grisóstomo, y sobre esto anda el pueblo alborotado; mas, a lo que se dice, en fin se hará lo que Ambrosio y todos los pastores sus amigos quieren, y mañana le vienen a enterrar con gran pompa (grandeza y esplendor) adonde tengo dicho. Y tengo para mí que ha de ser cosa muy de ver (cosa de ser vista, es decir, extraordinaria); a lo menos, yo no dejaré de ir a verla, si supiese no volver mañana al lugar (aunque supiese que no podría volver).

—Todos haremos lo mesmo (mismo) —respondieron los cabreros—, y echaremos suertes a quién ha de quedar a guardar las cabras de todos.

—Bien dices, Pedro —dijo uno—, aunque no será menester usar de esa diligencia, que yo me quedaré por todos; y no lo atribuyas a virtud y a poca curiosidad mía, sino a que no me deja andar el garrancho (rama quebrada de un árbol) que el otro día me pasó este pie.

—Con todo eso, te lo agradecemos —respondió Pedro.
Y don Quijote rogó a Pedro le dijese qué muerto era aquel y qué pastora aquella; a lo cual Pedro respondió que lo que sabía era que el muerto era un hijodalgo rico, vecino de un lugar que estaba en aquellas sierras, el cual había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar con opinión de muy sabio y muy leído (culto y letrado).

Don Quijote platica con Pedro
—Principalmente decían que sabía la ciencia de las estrellas, y de lo que pasan allá en el cielo el sol y la luna, porque puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna (eclipse de sol y de luna).

Eclipse se llama, amigo, que no cris, el oscurecerse (oscurecer, es decir, anochecer, ensombrecer) esos dos luminares mayores —dijo don Quijote.

Mas Pedro, no reparando en niñerías, prosiguió su cuento diciendo:
—Asimesmo adivinaba (asimismo adivinaba) cuándo había de ser el año abundante o estil(estéril, es decir, inútil o ineficaz).

Estéril queréis decir, amigo —dijo don Quijote.

Estéril o estil —respondió Pedro—, todo se sale allá (todo viene a ser lo mismo). Y digo que con esto que decía se hicieron su padre y sus amigos, que le daban crédito, muy ricos, porque hacían lo que él les aconsejaba, diciéndoles: «Sembrad este año cebada, no trigo; en este podéis sembrar garbanzos, y no cebada; el que viene será de guilla de aceite (cosecha abundante de olivas) y  los tres siguientes no se cogerá gota (no se cogerá nada)»

—Esa ciencia se llama astrología —dijo don Quijote.

Fragmento de  Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes)


Biografía



Biografía de Miguel de Cervantes


Nació en Alcalá de Henares (Madrid) en 1574. Fue el cuarto de los siete hijos de un modesto cirujano, Rodrigo de Cervantes, y de Leonor Cortinas.

A los 8 años entró al colegio de los Jesuitas. A los 16 años todavía iba a la a la escuela y le gustaba muchísimo leer. También, le gustaba asistir a las presentaciones de teatro que se hacían por aquel entonces. Fue un joven bastante culto.

A los 22 años decidió hacer se soldado. Intervino en la batalla de Lepanto contra los turcos. Miguel de Cervantes recibió varias heridas, en el pecho y en la mano izquierda, que le quedó sin movilidad y articulación. Desde aquel instante se le conoció como el “manco de Lepanto”.

Por aquel tiempo había comenzado a escribir algunos poemas.  En su regreso a casa, su barco se extravió en una tormenta y fueron atacados  por un barco. Miguel de Cervantes y su hermano Rodrigo cayeron prisioneros. Cinco años estuvo prisionero, hasta que en 1.580 pudo ser liberado gracias al rescate que aportó su familia. Cervantes intentó fugarse varias veces pero nunca lo logró.

En 1580 volvió a España, tras doce años de ausencia. Fueron bien duros para Cervantes y comenzó a escribir. En 1584 se casó con una joven llamada Catalina. Su presencia en Sevilla fue fundamental en la vida de Cervantes, le permitió conocer todo tipo de gentes, que más adelante aparecerían como personajes en sus más obras literarias. Su primera obra importante fue La Galatea.

Posteriormente, en 1604, Cervantes se trasladó a Valladolid en busca de mecenas (personas que le ayudaran en su actividad literaria), pues tenía dificultades económicas. Un año después, 1605, publicó la primera parte del Quijote, que alcanzó, un gran éxito, cuando Miguel tenía 58 años. Diez años después terminó la segunda parte y para ése momento ya se habían realizado traducciones, de la primera parte, en inglés y en francés.

Escribió muchísimo durante sus últimos años, pero nunca llegó a tener el suficiente dinero para vivir cómodamente. Murió a los 79 años.

                                                                       Alba y Cristina 6º B
                                                                                                      



Creando cuentos

"El niño y el espantapájaros"



El alumnado de 6º B imaginará que un día un anciano huertano descubre que su huerto ha sido maltratado y pisoteado. A partir de ello, los alumnos y alumnos deberán escribir un pequeño cuento en que han de aparecer como personajes, un espantapájaros y un niño.

Así quedaron algunos de los cuentos más singulares.



EL NIÑO Y EL ESPANTAPÁJAROS

Hubo una vez una señora de sesenta años llamada Mirta. Mirta tenía un hijo llamado Alph de 38 años que era muy alegre. Un día que Alph visitó el precioso vergel que estaba cerca de la casa y vio que una de las zanahorias, reservadas para producir flores, estaba con su tallo floral quebrado. El resto de las zanahorias, también, estaban estropeadas, y vio las pisadas de un niño. Alph regresó a casa y se lo contó a su madre. Mirta desesperada fue a reanimar las plantas de las zanahorias, pero el tallo estaba demasiado estropeado para que las flores se reavivaran. Esperaremos a que se desarrollen de nuevo, pensó Mirta. Luego fue al bancal de las lechugas y se las encontró bastante mustias y pisoteadas. Llamó a su hijo Alph para que las replantara de nuevo. La pobre mujer estaba desesperada.


Después de aquella situación, Alph pensó en tender una trampa al niño que pisoteó y estropeó el huerto. Alph se disfrazó de espantapájaros para descubrir al intruso.
Una mañana que Mirta salió a su precioso huerto, vio un muchacho de unos diez años, aproximándose para cometer sus maldades. Mirta simuló no haberle visto y no levantó la menor sospecha. Mientras tanto, Alph, disfrazado de espantapájaros, esperaba al muchacho en el bancal de las lechugas. De pronto, se encontró al niño. El niño al ver el espantapájaros, cogió del montón de estiércol un puñado y se lo lanzó al vientre, después, se acercó a su cara. En aquel preciso momento, Alph abrió mucho los ojos y de su boca salio… ¡Bouuu! Alph le dio un susto de muerte y el muchacho salió corriendo y aterrado hacia el pueblo. Mirta lo vio pasar bien asustado y se quedó riendo a carcajadas.


Fin 
            
                                                                                                                                                Alex 6º B                                                                           



EL NIÑO Y EL ESPANTAPÁJAROS

Érase una vez un anciano llamado Matías que vivía con su mujer Marta. Matías tenía un huerto e iba todos los días para hacer las labores propias del mismo: cavar, regar, plantar… Pero un día, lo vio todo pisoteado. Los tomates y lechugas arrancadas. Pero las huellas no eran de un pájaro, si no de un pie, pero un pie pequeño, eran de un niño. Matías se puso a arreglarlo todo y llego a su casa agotado.


Al día siguiente, estaba todo igual, las plantas pisoteadas y quebradas. Matías ya no podía más, así que no arregló nada aquel día en el huerto, pero sí decidió buscar una solución y se fue a casa a pensar. Después de pensar, se le ocurrió una idea. Le pidió a su mujer Marta ropa vieja y rota. Se vistió de espantapájaros y se fue al huerto con la ropa vieja puesta. El niño no vino ese día y Matías, se fue a su casa. Al día siguiente, tampoco vino el niño al huerto y Matías se estaba desanimando. Pero al el tercer día llego el niño y se asustó cuando vio un  espantapájaros y empezó a pegarle.

-         ¡No me pegues! –dijo Matías, vestido
      del espantapájaros.
El niño se volvió a asustar pero siguió 
pegando al espantapájaros y preguntó:

     - ¿Quién hay ahí?

     - Soy yo el espantapájaros y estoy aquí para guardar mi huerto.

El niño salió corriendo y se fue. Al día siguiente volvió para ver si aún estaba el espantapájaros, pero esta vez Matías no estaba disfrazado. Matías contó al niño por qué se disfrazó de espantapájaros y el niño le pidió perdón a Matías por todo lo que había hecho y le ayudó a arreglar todo el huerto.

Fin
Alba 6º B





 

El niño y el espantapájaros

Hace  mucho tiempo, muy lejos de aquí, vivía un hombre llamado Willy que tenía un huerto. Un día por la mañana cuando se despertó fue a su huerto a regar como de costumbre. Pero cuando entró y vio lo ocurrido, no se lo creía. Alguien había entrado y arrambló con todo. Arranco muchas plantas de las cuales Willy había regado y cuidado con mucho esmero. El huertano estuvo todo el día arreglando y retirando las plantas arrancadas y rotas del huerto. Cuando terminó regresó a casa. 

Pasaron algunos días y Willy se fue de nuevo al huerto, como hacía siempre. Cuando llego, se sorprendió mucho, de nuevo entraron y lo rompieron todo, como el día anterior. Pero esta vez era diferente, no quedaba ni una sola planta en la tierra. Todas estaban destrozadas en el suelo.
Como la tierra seguía húmeda en el bancal, en ella se podían ver unas pequeñas huellas de pisadas. Cuando Matías quitó su mirada de las huellas se le ocurrió una brillante idea.
Llego a su casa y le pidió a su mujer Enma la ropa vieja que tuviese en su armario. Enma sacó una camisa y unos pantalones, pero no entendía nada.


Al atardecer, se puso los pantalones y la camisa, pero antes los ensució de tierra. Después, se puso un sombrero de paja y en las mangas y en los bordes de los pantalones se metió paja. Willy se había disfrazado de espantapájaros. Cuando terminó, se colocó en el medio del huerto donde se pudiese ver todo alrededor. De repente, vio entrar al huerto una silueta bastante pequeña. Poco a poco aquella silueta se veía con más claridad. Era un niño. El niño comenzó a golpear con un palo cuanto tenía por delante. Entonces Willy  dijo con voz burlona:
-¡Oye niño! ¿Qué haces?
El niño se asustó al oír aquellas palabras y contestó:
-Nada -dijo el niño muy asustado tirando el palo al suelo.
-¿Es que te gusta destrozar las plantas?
-¡Me encanta! –contestó el niño.


En ese instante el niño se quedó mirando al espantapájaros y se dio cuenta de que era un simple espantapájaros y que no podría estar hablando con un muñeco vestido con ropas viejas y sucias. Quitó la vista del espantapájaros y comenzó de nuevo a destrozar y a romper las plantas como en días pasados. En ese momento, el espantapájaros volvió a decir:
-¡Niño, basta ya! Las plantas son mías.
El niño lo escuchó y pensó que el espantapájaros podría estar encantado. Se detuvo a pensar un momento y después, dijo:
             -Tengo que comprobar si el espantapájaros está encantado o no.
El niño agarro con fuerza el palo que llevaba y empezó a darle golpes al espantapájaros. Pero por más que daba golpes al espantapájaros, no mostraba ninguna señal de dolor. El niño se dio la vuelta y en ese momento, el espantapájaros dijo:
-Niño ya me has hecho bastante daño y has destrozado mis cultivos. Deja mi huerto en paz y vete de aquí para siempre.
El niño muy asustado le dijo:
             -Tranquilízate amigo me iré de aquí y no volveré más. Todo me sale mal, nunca hago algo bien hecho.
             -Oye niño, ¿por  qué dices eso? –preguntó el espantapájaros muy intrigado.
-No tengo amigos y todo el mundo me dice que no sé hacer nada.


Aquellas palabras dejaron a Matías pensativo. Se quitó el disfraz de espantapájaros y pensó que debía hablar con el niño y no dejarlo ir, pues siempre le quedaría ese peso en su conciencia, entonces le dijo:
-No te vayas  quiero hablar contigo. Me gustaría que vinieras a mi huerto. Pero no a destrozarlo, sino a cuidarlo. ¿Qué te parece?
El niño no lo entendía y quiso marcharse deprisa, pero Matías insistió:
             -Si quieres venir alguna tarde por aquí, yo estaré esperándote y seguro que podrás ayudarme a recuperar el huerto como estaba.
El niño miraba a Matías y después, dijo:
            -¿Me enseñarás como trabajar en el huerto? –preguntó el niño.
             -¡Claro que sí! Seguro que si pones interés podrás ser un buen niño huertano.
            -Vale, vendré mañana.
             -Muy bien –dijo Matías. Aquí estaré esperándote.

Fin
Susana 6º B





Creación literaria


En el libro VII de la OdiseaUlises llega a la isla de Esqueria, y la diosa Palas Atenea conduce a Ulises hasta el palacio de Alcínoo, rey de los Feacios y allí descubre un jardín, cuya descripción detallada, tiene lugar en el siguiente fragmento:



El jardín de Alcínoo 

Más allá del patio, se extiende un gran huerto de cuatro fanegas, por todas partes está circundado por un muro. Allí, crecen árboles altos y verdes, perales y granados de brillantes frutos, dulces higueras y olivos siempre verdes. Los frutos de estos árboles no cesan en todo el año, no faltan ni en invierno ni en verano; son perennes. El Céfiro, con su hálito, hace nacer a los unos y madurar a los otros. La pera envejece al lado de la pera, la manzana al lado de la manzana y el higo al lado del higo. Allí se plantó también una fecunda viña, una parte de la cual, en un llano unido y descubierto, está secándose a los rayos del sol; se vendimian sus racimos, mientras las otras se están prensando; más lejos hay todavía racimos jóvenes, los unos aparecen en flor, y los otros comienzan a ennegrecer. En el extremo del jardín hay unos arriales regulares que se llenan de diversas hortalizas, que florecen en abundancia y siempre lozanas. Hay en el huerto dos manantiales: el uno serpentea a través de todo el huerto, el segundo, por otro lado, corre junto a la entrada del patio, cerca del elevado palacio; es allí adonde van a buscar agua los habitantes. Tales eran los ricos presentes de los dioses en la morada de Alcínoo.



Sobre este texto que describe el jardín de Alcínoo, el alumnado de 6º B ha realizado una actividad de creación literaria. Han creado un poema empleando algunas de las  palabras o expresiones que más le han llamado la atención del texto. Un buen trabajo por parte del alumnado. ¡Enhorabuena!




Poemas





El jardín de Alcínoo


Más allá
hay un huerto
un huerto inmenso
un huerto sin fin.

Allí hay unas columnas que no sujetan nada
unas columnas que rascan el cielo
unas columnas con hojas y ramas
que no paran de crecer y crecer.

Con unos frutos ricos y deliciosos
unos frutos naranjas y amarillos
unos frutos sanos y maduros

Una vez, yo allí ya vi
como plantaban unas cosas
llamadas árboles
unos árboles muy raros
unos árboles con frutos lilas
no naranjas, como la naranja
ni rojos, como la manzana,

Hay en el huerto
dos serpientes que serpentean,
serpientes muy largas,
serpientes de agua,
serpientes que las personas
beben de ellas
                                                                Susana 6º B





Mi mundo

Aquel  huerto  inmenso
y a la vez tan pequeño
está rodeado por un muro.

En aquel huerto crecen
árboles altos y verdes,
hermosos perales y granados
de brillantes frutos.

En aquel huerto,
los frutos que no faltan todo el año.
ni en invierno, ni en verano.

En aquel huerto,
el Céfiro hace nacer a los unos y
madurar a los otros.

En aquel huerto,
la pera envejece a la pera,
la manzana a la manzana
y el higo al higo.

En aquel huerto,
se plató una hermosa planta
y un llano unido y descubierto
está secándose al sol.

                                                        Cristina 6º B
                                                                                                                          



 

Mi huerto especial


Un huerto infinito
circundado por un muro.

Un árbol alto y hermoso
divide los arbustos.

Olivos siempre verdes
higuera con higos siempre dulces.

Los perales envejecen a los perales,
las manzanas al lado de las manzanas
en un llano unido y descubierto.
                                                                        Bea 6º B

    




Huerto inmenso

Huerto inmenso
abrazado por un muro.

Nacen árboles inmensos y verdosos.
perales y granados de brillantes frutos.

Hermosas higueras y olivos verdosos.
La pera a lado de otra pera
la manzana a lado de otra manzana.

Se sembró una fecunda viña
Unas aparecen en flor,
otros comienzan a ennegrecer.
Eran frutos dulces de la morada de Alcínoo
                     
                                                   Fadwa 6º B





El vergel de Alcínoo

Ese precioso jardín
que enmudece la mirada.
Ver sus nueces y perales,
ver sus higos y manzanas

Frutos y frutos,
que no faltan en todo el año,
los veo siempre colgados
en invierno y en verano.

Bello jardín de Alcinoo
por belleza custodiado
y un muro rodeado

Dos colinas en el jardín
un paraíso natural,
pequeños géiseres termales,
es un jardín singular
                                        Alex 6* B





El jardín

Un huerto rodeado por el gigante.
Un huerto con dulces higueras,
 árboles altos y verdes perales.

En el huerto
 la pera, en el peral,
 con su papá,
la manzana en el manzano
 con su anciano
y el higo en la higuera
con su guerrera.

Arriales regulares
llenos de inmensas riquezas.
Un huerto de dos manantiales
de agua cristalina y peces dorados.
                                                           Ana 6º B





Ese gran huerto

En ese huerto grandísimo
crecían preciosos árboles
altos y verdes
perales grandes,
de brillantes frutos

Olivos siempre verdes
árboles que crecen en verano y en invierno.
La pera envejece al lado de la pera
la manzana a lado de la manzana
el higo a lado del higo

En el huerto dos manantiales
uno serpentea a través de todo el huerto,
el otro corre junto a la entrada del patio.

                                              Daniel 6º B





Mi gran huerto

Conozco un lugar
que es único y genial
es el jardín de Alcinoo
y  sé el camino.

Un muro abraza
gran corazón de árboles
frutales, que hay un montón.

Los frutos nacen y maduran
buenos como la manzana
sanos como la granada.

Una vena se desliza por el corazón
otra tan sólo corre
junto a la mansión.
                                                                                            
                                                                                           Alba 6º B                                               




El árbol de Apolo: el mito de Apolo y Dafne



El árbol de Apolo: el mito de Apolo y Dafne


Apolo, dios de la belleza masculina y de las artes, especialmente de la música, era un gran cazador. Cierto día, Apolo emprendió camino hacia el monte Parnaso para matar a una serpiente pitón que allí se escondía. Apolo haciendo gala de su destreza y valentía como cazador, dio muerte a la serpiente  disparándole diversas flechas.
Orgulloso de su gesta, un día, Apolo se encontró con Eros, dios del amor, que se hallaba practicando con su arco, se rió de él por llevar un arco y flechas siendo tan niño. Eros, se sintió bien ofendido y humillado por la soberbia de Apolo, e ideó un plan para darle escarmiento,
Un día que Apolo se encontraba en el bosque cazando, se encontró a una bella y hermosa ninfa llamada Dafne. Aquel momento fue aprovechado por Eros, quien disparó dos flechas con su arco. Una flecha de oro disparó a Apolo, que le provocó un ardiente amor hacia la bella ninfa. Sin embargo, a Dafne le disparó una flecha de plomo, cuyo resultado era, justamente lo contrario, que sintiera desprecio y aversión hacia Apolo.
Apolo completamente enamorado de Dafne decidió conseguir el amor de ella, pero, Dafne, bajo los efectos de la flecha de plomo, escapaba como podía de Apolo. Hubo un día que en su huida llegó al río Peneo, Dafne, agotada y justamente cuando  Apolo casi conseguía
Apolo y Dafne de Bernini
 alcanzarla, pidió ayuda a su padre, el dios del río. Su padre, se sintió sensible y compasivo con Dafne y decidió convertirla en un árbol, el laurel.
Cuando Apolo consiguió alcanzar a Dafne, contempló como los brazos y piernas de su amada ninfa se iban quedándose rígidos y endurecidos. Sus brazos se convertían en ramas y sus pies en retorcidas raíces. De su cabeza, sus cabellos se iban transformando, poco a poco, en hojas, hasta que su elegante cabeza se convirtió en la copa de un precioso árbol.
Visiblemente triste y afligido por lo que acababa de suceder y pensando en cuánto amaba a Dafne, prometió que ella sería su amado árbol, el objeto de su amor y el árbol consagrado de los dioses. Tus hojas, se dijo Apolo, serán siempre verdes y adornarán las sienes de guerreros, atletas, poetas o cantores que triunfen. Tus hojas se convertirán en símbolo de triunfo y victoria.







Letras para el día mundial del medio ambiente
Creación literaria

Poemas



EXISTE UN ÁRBOL

Existe un árbol de hermosa apariencia
¡qué rica fruta nos da con amor!
siempre que el sol le de calor.

Sus ramas albergan vida,
los pájaros sus nidos hacen
y la fruta que en ellos nace,
a seres humanos cuida y alimenta

Qué maravilla poder plantar
en esta ocasión tan singular,
este precioso peral
al que debemos amar y cuidar.

Kineret 4ºA






MI  PERAL

Qué gran peral tengo
en mi bancal.

Doña flor no te rías de él
que aunque ahora no tenga peras
luego las tendrá

Ja, ja, ja,
No tienes peras y
Nunca las tendrás

Doña Flor no tienes dolor

pobre flor,
mira doña Flor,
tengo peras
¡Qué bien don peral,
vaya bancal vamos a tener!

                           Jesús García 4º A

                     


SILENCIO

Sobre el césped, los árboles
me hablan del divino
poema del silencio.

La noche me sorprende
sin sonrisas, resolviendo
en mi alma los recuerdos.

                                       Maykel Dennis   5º B




EL NECTARINO

El nectarino
un árbol frutal
muy exquisito.

Allí  a lo lejos
se ve un nectarino,
con muchos frutos
es hermosísimo.

Su fruto,
una mezcla
de sabor y belleza.

Hueso de uno
piel de otro
pero su unión,
no tiene rareza.

Su tronco bajo,
su hoja alargada,
su sabor raro,
y la fruta morada

Nectarina,
la muerdes y te enriqueces,
la dejas y te amargas,
viendo como el tiempo pasa.

Melocotón y ciruela
vuestra fusión
está más buena.

Me pregunto, me pregunto
y no tengo respuesta
a tantas preguntas de la naturaleza.

Cómo una fruta así tan rara
puede estar tan buena.

                                                                     Susana 6º B





MI ÁRBOL ES UN ENCANTO

La mirada se me enternece
al ver las hojas mecerse.

Esbelto, muchas ramas
siempre está verde
en invierno y en verano,
que alegría verte.

Tus frutas, muy carnosas
tus delicias, muy jugosas.
me basta con eso en la vida,
me basta con sobrevivir
durmiendo al lado de ti.

                                                                               Alex 6º B





MI NECTARINO DIVINO

Mi nectarino, melocotonero mutado
ya está repleto de pequeños frutos
¡Tantos! que algunas de sus ramas
están asombradas y corbadas por el peso

¿Frutos? sí, mi sabrosa nectarina
de piel fina y brillante,
nectarina de pulpa blanca,
nectarina de pulpa amarilla
todas son una maravilla.
           
                                                                      Alba 6º B







M I ÁRBOL

Yo he conocido a un árbol
que me quería bien, .
sus ramas envejecían
se agitaban con alegría .
nunca supe su nombre
tampoco se lo pregunte.

En otoño te erguiste en desnudez
y  desaliento sobre una alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento.

El nunca dijo nada,
cuestión de timidez.

En esa verde punta que
está brotando en ti,
de no se donde,
hay algo que en silencio,
me pregunta
o silenciosamente,
me responde.

Y le dije muchas cosas
que a nadie más diré,
por eso él me quiso tanto,
lo mismo que yo a él.

                                                                     Cristina 6º B




EL MANZANO DE VERANO

El manzano de verano
verde, azul y morado
vive en compañía
siempre en armonía.

De verano, el manzano
su fruto, brillante
como un diamante

Manzano de verano
¡cuánto te he añorado!

                                                                            Ana 6º B




Cuento





EL PEQUEÑO PERAL

En un hermoso huerto había una gran plantación de ricos frutales, todos eran grandes y frondosos, y daban ricos y coloridos frutos, pero en un rincón del huerto había un peral joven, que todavía no daba muchos frutos y los pocos que daba eran pequeños y de un color pálido. 

El resto de los árboles se burlaban del pequeño peral, porque sus frutos no eran como los que ellos proporcionaban. El peral se sentía muy triste y no sabía que hacer.

Un día el hijo pequeño del agricultor se quedó dormido debajo del peral y se despertó al notar que algo le mojaba la cara y eran gotas del peral. El pequeño peral estaba llorando y el niño le preguntó que por qué lloraba.
El peral le contó que los demás frutales se burlaban de él porque sus frutos eran pequeños y pálidos. El niño consoló al pequeño peral y después corrió a preguntarle a su padre que podía hacer para que los frutos del peral fuesen más grandes y coloridos. Su padre le explicó   que había que echarle una alimentación especial.

Su padre le explicó como hacer compost y el niño le pidió a su madre y vecinos que le guardaran los restos de fruta y verdura, las cáscaras de los huevos y a un amigo granjero le pidió estiércol de caballo. Con todo esto hizo un buen compost y le iba echando a los pies del pequeño peral.

El niño dormía todos los días la siesta bajo el pequeño peral. Con el paso del tiempo el peral fue creciendo hasta que superó en tamaño al resto de frutales y daba grandes frutos;  ya nadie se burlaba de él, todos le preguntaban como había crecido tan rápido, y él les explicó que el niño le daba un alimento especial que el mismo realizaba con las sobras de la comida de los humanos.

Todos los frutales envidiaban el cuidado que el niño le daba al pequeño peral. Le pidieron al peral que le dijera al niño que a ellos también querían ese tipo de alimento para que sus frutos fueran hermosos. El peral como no era rencoroso les dijo que no se preocuparan que él le pediría al niño que los alimentara del mismo modo que a él. 

El niño no puso inconveniente y cada semana incorporaba a los pies de los frutales un poco del compost que el fabricaba.

Cuando llegó la primavera siguiente todos los árboles del huerto habían crecido mucho y el pequeño peral pasó a ser el gran peral del huerto y el que daba frutos más grandes y sabrosos.

El niño disfrutaba mucho jugando bajo la sombra de las largas y frondosas ramas de todos los frutales. Pero seguía durmiendo y descansando bajo el gran peral.

FIN.

Nerea Martínez 4º  B.





Creación literaria


Durante la celebración del "II Día de los huertos escolares y la soberanía alimentaria", entre otras actividades, el alumnado del centro realizó distintas actividades de creación literaria: cuentos y poemas, fundamentalmente. De entre ellos seleccionamos el cuento, “El pequeño peral”, realizado por Nerea Martínez de la clase de 4º B, para que en clase de plástica de     6º B, cada alumno y alumna hiciera un dibujo sobre alguna escena del cuento. Con todo ello se ha preparado un Power Point sobre el cuento y las ilustraciones realizadas.


El pequeño peral






Martes, un conejo en el colegio





MARTES, UN CONEJO EN EL COLEGIO

Habían pasado algunas semanas del inicio del curso, y por sorpresa, detrás de un armario del aula de infantil del alumnado de 4 y 5 años, se había escondido un pequeño conejo.

Durante varios días el pequeño conejo asustado y temeroso, no había salido de su rincón escondido. El griterío y el continuo hablar de los niños y niñas de la clase, lo atemorizaron y no se atrevió a salir.

Pasaron unos días y el pequeño conejo no tuvo más remedio que salir. El hambre y la sed le empujaron a ello. Temeroso por si algún niño o niña lo descubría, el pequeño conejo salió, como siempre salen todos los conejos que sienten miedo. Salió bien despacito y  en silencio. Fue recorriendo el aula en busca de algo que comer, pero por mucho que buscó nada encontró. De pronto… ¡Corrió de nuevo a su escondite! Los niños y niñas que estaban en el recreo regresaban al aula. Y se escondió de nuevo detrás del armario.

Después de un buen rato en el aula,  Lorena, una de las alumnas gritó con fuerza que había visto algo extraño detrás del armario. La maestra confusa, preguntó a Lorena porque gritaba tanto y tan asustada. Lorena corrió hacia su maestra y le dijo que detrás del armario, algo había visto moverse. Inmediatamente, la maestra se acercó al armario y se encontró con la sorpresa. El conejo estaba bien acurrucado entre el armario y la pared.

La maestra se quedó sin saber qué hacer, pero de pronto, metió la mano por detrás del armario y cogió el conejito. Lo sacó fuera y al momento, todos los niños y niñas de la clase se arremolinaron junto a la maestra. Todos querían ver qué tenía la maestra en las manos. ¡Un conejo, un conejo!, gritaron los niños y niñas. Lo habían reconocido. Los conejos son inconfundibles hasta para los niños y las niñas. Y la maestra les pidió que formaran un corro. Había que decidir que hacer con el pequeño conejo.

Sentados en corro, la maestra pidió a los niños y niñas que dijeran que hacer con el conejo. Todos estuvieron de acuerdo. El conejo se quedaría en el aula. A la maestra le pareció bien, pero les dijo que habría que cuidarlo. Estuvieron de acuerdo. Había que procurarle comida y agua todos los días y sobre todo, darle mucho cariño y atención. De pronto, Alicia levantó la mano y dijo que a los conejos les encantan las zanahorias. Entonces traeremos zanahorias de casa dijo uno de los niños. Pero Juan Lucas, se le ocurrió la idea de aprovechar el huerto del colegio para cultivar zanahorias para el conejo. ¡Si, si, si…! Todos los niños y niñas y la maestra estuvieron de acuerdo.
Pero antes de nada, la maestra expuso que había que poner nombre al conejo. Se pusieron a pensar, y fue Fátima quien primeramente se le ocurrió que podrían poner el nombre de Martes. Como hoy hemos conocido al conejo y es martes, podemos llamarle así. Todos estaban de acuerdo.

Ahora nos queda hacer la siembra de zanahorias para poder alimentar a nuestro conejo Martes, siguió contando la maestra. Pero cómo sembrar zanahorias. Maestra, yo puedo preguntar a mi abuelo cómo se siembran, dijo Manuel. Perfecto, Mañana prepararemos todo lo necesario para salir al huerto y hacer la siembra.

Pasaron dos días, y aquella mañana Manuel vino acompañado con su abuelo Tomás. Había traído todo lo necesario. Unas pequeñas azaditas, unos rastrillos, estiércol de caballo para abonar, regaderas y por supuesto, las semillas de zanahoria. Salieron al huerto todos los alumnos y alumnas junto a su maestra y el abuelo Tomás. Salma llevaba en sus brazos a Martes que estaba bien tranquilo.

Ya en el huerto, los niños y niñas se sentaron en un rincón y el abuelo Tomás mostró todas las herramientas y el modo de hacer la siembra. Quedaron mirando al abuelo y comenzó:

Primero vamos a poner estiércol de caballo en la tierra para que las zanahorias crezcan muy, muy, muy  grandes. Después, removeremos la tierra con los rastrillos para que se mezcle bien la tierra y el estiércol. Cuando el suelo esté preparado, iré poniendo un puñado de semillas de zanahoria en vuestra mano y con la otra mano iremos tomando algunas semillas y las iremos dejando caer en la tierra. Una vez que acabemos de poner las semillas en la tierra, pasaremos de nuevo el rastrillo sobre la tierra para que queden enterradas. Para terminar, cogeremos las regaderas para humedecer la tierra sembrada. Cada niño y niña cogerá una regadera, la llenará de agua y regará las semillas de zanahoria.

Todos se sentían felices de la tarea y regresaron al aula, emocionados y sobre todo, con muchas ganas de volver a salir al huerto para ver su siembra de zanahorias.


FIN


                                                                               “Cuentos que todo es un cuento”





De cómo las lechugas


forman el cogollo 




DE CÓMO LAS LECHUGAS FORMAN EL COGOLLO




Érase una vez un pequeño huerto que cultivaba el abuelo Lucas. Era un precioso huerto en el que había diversos árboles frutales y toda clase de hortalizas y verduras. Todo en el huerto del abuelo Lucas crecía con gran encanto. 

Sobre el huerto, cierta noche comenzó a llover y, al amanecer, aún seguía lloviendo. Aquel día, en el huerto, todas las plantas estaban encantadas con la lluvia. Las coliflores saludaban al cielo por traer la fabulosa lluvia que refrescaba sus hojas, Los ajos se empinaban hacía arriba queriendo alcanzar las nubes. Las plantas de habas, con sus flores en sus tallos, saludaban a los caracoles que durante la noche habían salido al huerto para buscar comida. Y es que los caracoles les gusta buscar comida cuando llueve. Además, les encanta salir de su concha y arrastrar su cuerpo por el suelo mojado.

A media mañana, había cesado la lluvia y el sol asomó por entre las nubes y al rato, ya empezaba a secarse el suelo. Los caracoles comenzaron el camino de vuelta a sus escondrijos. No había que esperar más. El sol y el calor no gusta a los caracoles, así que se apresuraron a buscar sus lugares de refugio.

Cuando el sol apretaba bastante, junto al bancal de las lechugas había un pequeño caracol. Qué extraño. En el huerto no quedaba ningún caracol, pero aquel caracol aún estaba allí.

Una lechuga de grandes hojas verdes brillantes le preguntó:

-¿Por qué no regresas a su escondite?
El pequeño caracol miro a la bonita lechuga y le dijo:
-No sé regresar. Creo que estoy perdido.
-El sol está calentado mucho ahora. Debes buscar el camino de regreso. Tus papás estarán bien preocupados.

El pequeño caracol se puso triste y miraba al suelo. Caminó hacia un lado. Dio la vuelta. Después, se fue hacia otro lado y se paró. No sabía por donde ir.

La bonita lechuga lo miraba y comenzó a preocuparse. Si no se da tiempo de ir a su escondite, seguro que no podrá sobrevivir. Mientras tanto, el pequeño caracol, caminaba de un lado hacia otro sin saber donde.

– ¡Pequeño caracol! -dijo la verde lechuga-  Como no sabes regresar, será mejor que subas sobre mis hojas que están bien frescas y te escondas entre ellas. Así el sol no te haga daño.
El pequeño caracol miró a la verde lechuga y se sintió aliviado.
-¡Anda sube ya! – volvió a decir la verde lechuga-

El pequeño caracol con su paso lento, se acercó al tronco de la lechuga y subió por una de sus brillantes hojas verdes y notó la humedad de ellas en su cuerpo. Miró a la bonita lechuga y quedó contento y complacido.
Mientras el pequeño caracol trababa de esconderse detrás de las brillantes y verdes hojas,  la bonita lechuga, hacía esfuerzos para tratar de esconder y tapar al pequeño caracol del calor del sol. Poco a poco las hojas de la lechuga se abrazaban unas con las otras. Y cada vez se apretaban más y más, hasta que se formó un cogollo apretado y apiñado de hojas de lechuga. El pequeño caracol, quedó resguardado en su interior y notando el frescor y humedad de las hojas.

Dentro de aquel cogollo de hojas, el corazón de la lechuga, el pequeño caracol sonreía y estaba muy feliz.

-Ahora pequeño caracol –dio la lechuga- solo queda esperar a que algún día vuelva a llover y salga tu familia y tus amigos y puedas ir con ellos y aprendas el camino de regreso a tu escondrijo. Mientras llega ese día, dejaré que vivas dentro del cogollo de mis hojas. Te proporcionarán el refugio perfecto y además, podrás, cada día, alimentarte de ellas.

El caracol sacó sus pequeños cuernos y acarició a la lechuga.

Desde aquel día y en el huerto del abuelo Lucas, coliflores, rábanos, acelgas, zanahorias, ajos y otras plantas, dejaron comer de sus hojas al pequeño caracol.

FIN

                                                                                                “Cuentos que todo es un cuento”





Creación literaria



El bancalico del Cervantes como centro de interés y motivador para la creación literaria en el aula de 4º B. Durante varias sesiones el alumnado ya ido dando forma a una pequeña historia que ha tenido como protagonistas a un huertano y unos pájaros.

Después de imaginar, decidir y construir la historia, han realizado las ilustraciones de los distintos momentos del cuento.



Los pájaros y el maíz











Creación literaria


La poesía



Durante este curso escolar, la  semana cultural ha estado dedicada a nuestra Región de Murcia. Como no podía ser menos, nuestra huerta ha sido la principal protagonista. Al mismo tiempo, ha sido objeto de admiración y, también, de respeto a todo lo que encierra la cultura de nuestra huerta tradicional por parte de nuestro alumnado. Fruto de ello es la Antología poética “Tributo a la huerta”


“Tributo a la huerta”










Cuento


El ladrón de albaricoques



EL LADRÓN DE ALBARICOQUES



En las afueras de un pueblo vivía una pobre viuda que tenía un solo hijo. Ella le había educado en el respeto a los ancianos y a las costumbres de su pueblo. Madre e hijo vivían de lo que producía el pequeño huerto, que cultivaban con sus propias manos  y con mucho cariño.

En medio de aquel huerto había un hermosísimo albaricoquero muy viejo. Sus frutos tenían un sabor exquisito, con aromas de sol y miel. Su tierna pulpa se deshacía al contacto con los dientes, liberando un delicado y fragante jugo que llenaba la boca de dulzor. Madre e hijo vendían dichos albaricoques, llamados «los senos de Semíramis», a personas ricas que pagaban por ellos sus buenos dineros.

Un vecino, envidioso, había propuesto en varias ocasiones a la viuda, comprarle el huerto, pero ella siempre había rehusado. Irritado, el hombre se propuso obligarla al venderlo. Cada noche saltaba la tapia que les separaba, se subía al árbol y cogía gran cantidad de albaricoques, de tal manera que, al día siguiente, madre hijo no lograban recolectar los frutos necesarios para venderlos y cumplir con los pedidos de sus ricos clientes. Así, poco a poco, aquellas personas ricas se fueron desinteresándose y terminaron por comprarle a otro vendedor, al vecino envidioso
.
Con el paso del tiempo, la situación económica para la familia empeoró. Entonces la madre fue a suplicar a su malvado vecino que no les arrebatase sus albaricoques, pues la venta de los mismos les daba de comer. La única respuesta que recibió fue:

   -Bueno, si lo que necesitáis es dinero, aceptad mi oferta y vendedme el huerto.

Por momentos,  el hijo tuvo la terrible tentación de insultar y golpear a su vecino, pero afortunadamente su buen juicio le ayudó a entrar en razón y se contuvo:

-«Bah, no quiero lastimar a nadie por un puñado de albaricoques», se dijo. «Es verdad que mi madre y yo vivimos gracias a ellos, pero, en fin, buscaré en qué trabajar para ganar dinero. Mañana mismo iré a la ciudad a ofrecer mis servicios como porteador».

Aquella misma noche, después de que madre e hijo hubiesen cenado bien poco y  cuando ya se disponían de acostarse, llamaron a la puerta. Fue a abrir el hijo y se encontró ante un joven de aspecto majestuoso.   


   -Soy un viajero que se ha perdido —dijo el desconocido—. Tengo hambre y frío. ¿Podéis darme hospitalidad por esta noche? Partiré mañana por la mañana a primera hora.

El hijo hizo entrar al misterioso desconocido con todos los honores. La madre, obedeciendo a las sagradas leyes de hospitalidad, le ofreció lo mejor que tenía y abrió para él su última botella de vino, único vestigio de un pasado más próspero y feliz.

El hombre comió con apetito y después hizo saber a sus anfitriones que le agradaría comer alguna fruta.

   -¡Ay! —Respondió el hijo—, no podemos satisfacer vuestro deseo. Un malvado y envidioso vecino roba los dulces albaricoques de nuestro huerto. Y le contó el robo diario de los albaricoques por parte de su vecino. Y añadió:

-Sepa buen señor que no me faltan ganas de deshacerme de ese malvado. Me gustaría sorprenderle robándonos y acabar con él. Pero cuando reflexiono y tomo conciencia de que la vida es un bien sagrado, rehusó de mis pensamientos y no quiero hacer daño por un simple cesto de albaricoques.

   -Vuestros sentimientos os honran y te hacen bueno—dijo el desconocido—. Pero le diré algo, yo castigaré a ese ladrón sin que tenga que pagar con su vida.

Pidió que lo llevaran junto al albaricoquero centenario, lo tocó con la mano y aseguró al muchacho que aquél que se subiera al árbol sin autorización quedaría atrapado por sus ramas y no podría bajar.

A la noche siguiente, como siempre, el ladrón se subió al albaricoquero y comenzó a coger los frutos más hermosos y maduros que había. Pero cuando quiso bajar, todos sus esfuerzos resultaron inútiles. Quedó atrapado en el árbol.

A la mañana siguiente, madre e hijo oyeron grandes ruidos en el huerto y corrieron hacia allí.  Muchos vecinos habían acudido y contemplaban al malvado vecino que estaba atrapado entre las ramas del albaricoquero. Cuanto más se agitaba más atrapado quedaba en el árbol. Mientras tanto, todos reían y se mofaban de él. Al fin, mandaron a buscar al juez. Antes de quedar liberado del árbol, el vecino ladrón de albaricoques reconoció públicamente y ante le juez, el delito y se ofreció a pagar todos los albaricoques robados.

Madre e hijo escucharon sus ruegos y le permitieron, por fin, bajar del árbol.

Fin
Cuento anónimo (Armenia). Adaptación






Moretum






     MORETUM  (Fragmento)

Jardín de la casa de Livia en Roma, Fresco, Roma, 20 d C.

    Un huerto había adjunto a la chocita,
    al que protegían unos pocos mimbres
    y caña reutilizada con su delgada vara,
    exiguo  por su tamaño pero fértil en variadas hierbas.
    Nada le faltaba de lo que requieren las costumbres del pobre;
    cada tanto el rico pedía más cosas al pobre.
    Y la pequeña propiedad no comportaba gasto alguno sino dedicación:
    si alguna vez las lluvias o un día festivo
    lo retenían desocupado en la choza,
    si acaso cesaba el trabajo del arado,
    tiempo era aquel de la tarea del huerto.
    Sabía disponer las diferentes plantas
    y encomendar las semillas a la tierra oculta
    y desviar los arroyos vecinos de manera apropiada.
    Aquí florecía la col, aquí las acelgas que extienden sus brazos a lo ancho
    y la fecunda acedera y las malvas y las énulas,
    aquí, chirivía y los puerros que deben el nombre a su cabeza
    y la lechuga, grato descanso de alimentos nobles,
    y crece el rábano en punta
    y la pesada calabaza abultada en ancho vientre.
    Pero no para el dueño  
    sino para el público se producía esto,
    y cada ocho días llevaba al hombro a la ciudad fardos para vender;
    de allí regresaba a casa ligero de cuello,  pesado de dinero,
    raramente acompañado alguna vez de mercancía de la feria citadina.

                                                                                                               Virgilio







Versos para mi huerto







El huerto

En el huerto de mi colegio,
hay árboles frutales,
hortalizas y otros vegetales.

El huerto es bonito
y pequeñito.

Nosotros, huertanicos y huertanicas
lo cuidamos y crece fuerte y sano.

El huerto es bonito
y pequeñito.

Para ayudarnos y cuidarlo,
el maestro Pepe,
nos va guiando.

Aprendemos a plantar,
Regar, cavar…
¡Qué gusto tener este huerto!

Huerto bonito
y pequeñito.

María 5ºB







Lo sembrado

Habas y guisantes,
tomates y girasoles
en nuestro huerto,
sembrando y disfrutando.

Disfrutamos de mañanas y lombrices,
de lluvias, de soles.
de mariposas, disfrutando.

Hoy, toca cosechar
y otra vez,
¡Sembrar y crecer!

Jesús 5ºB








Historias de mi huerto

Uno de los bancales está estropeado,
¿Quién sabrá qué ha pasado?
¡Quiero que mañana llueva!
para que todo crezca.

Pasan los días y las plantas muriendo,
sin rastro de agua cayendo.
Pepe desorientado y cansado…
¡Salvemos nuestro huerto!

Dad al huerto
todo lo que se tiene,
mañana, tendremos lo que se quiere.

Lizbeth 5ºB







Mi huerto escolar

En esta mañana hermosa,
luce una cebolla,
y sobre fresca lechuga,
una oruga.

En hoja de lombarda,
reposa un pequeño caracol.
Rábanos, coliflores, patatas…
¡hortalizas de mi colegio!

¡Qué chulo es mi huerto!

Karla 5ºB









Mi huerto

Un huerto hay junto a unos frutales,
pequeño, pero de variadas plantas.

Cada día, un rato dedicamos
y está adecentado.

Se remueve la tierra,
quitamos las hierbas,
y regamos preciosas plantaciones.

Cada día, un rato dedicamos
y está adecentado.

Florecen los girasoles,
amarillos y bonitos,
resplandecientes al sol,
coles y habas,
tomates y patatas.

Cada día, un rato dedicamos
y está adecentado.

Todo se recolecta,
todo se reparte,
para ricas recetas.

Nicolás 5ºB









Mi huerto precioso

En mi colegio hermoso
hay un huerto precioso.

Habas, y al lado, la coliflor,
están bonitas cuando echan la flor.

Los ajos y las patatas y los guisantes,
invitan a que cantes.

La lechuga en rica ensalada,
te pondrás morada.

Aya 5ºB








Mi querido huerto

Todas las mañanas cuando despierto
quiero ir al colegio,
porque me divierto en nuestro huerto.

Con Pepe queremos ir,
y nos enseña a plantar
y además, nos hace reír.

Ajos, cebollas,
lechugas y tomates,
plantamos a diario
en nuestros bancales.

A la hora de recolectar
nadie quiere faltar,
pues las mejoras hortalizas
todos queremos llevar.

Natalia 5ºB









Mi huerto

Mi huerto rico,
en fruta y verdura.

Las verduras y frutas,
fuertes en tallo
y escurridizas en raíz.

Sus hojas,
verdes y finas,
como el romero.

Árboles frutales,
con naranjas y mandarinas.

Alejandro 5ºB








Cuento


El huerto de mi  colegio



 

El huerto de mi colegio

Un día de verano de mucho, mucho calor, estaba paseando por el huerto del colegio.

-¡Me va a dar una insolación de tanto calor! –pensé.

De repente, oí una vocecita. Miré alrededor y no había nadie. Pero pronto descubrí de qué se trataba. Era un tomatito Cherry que estaba llorando.

-¿Qué te pasa tomatito Cherry? –le dije.

-¡Es que hace mucha calor y me estoy marchitando! –dijo el tomatito.

-¡Sí!, el tomate tiene razón. ¡Por favor haz algo! –asintió el huerto.

-Iré a hablar con el sol –pensé-. Pero antes os regaré para que no os marchitéis. Entonces los regué.

-¡Qué agua más rica! –dijo el pimiento de campanilla.

-¡Y qué fresquita está! –habló el tomatito Cherry.

-¡Qué sed tenía! –apuntó la coliflor.

-Por fin…¡bebo agua! –dijo el repollo.

-¡Ha pasado una eternidad desde la última vez que bebí agua! –exclamó el rábano.

-Y que lo digas –contestó la lombarda.

Todo el huerto gritó de felicidad y lloró de felicidad.

Adiós huerto, ya me voy a hablar con el sol.

-¿Pero cómo subiré yo hasta el sol? –pensé.

Entonces di con una idea. Cogeré mi escalera gigante de cinco metros. La coloqué en el suelo y subí por ella. Sólo me faltaba un metro para llegar hasta el sol.

De pronto vi un canguro y pensé que a lo mejor, el canguro podría llegar hasta el sol.

-Señora canguro, ¿Sería tan amable de llevarme hasta el sol?

La señora canguro dio un gran salto, pero no podía llegar hasta el sol.

Entonces un pajarito se acercó y me dije, tal vez él me podría llevar, pero pesaba demasiado.

Después de un rato, di con la idea perfecta. Seguro que la jirafa podría alcanzar al sol con el cuello tan largo que tiene.

-Jirafa, por favor, ¿Me puedes llevar hasta el sol?
-Claro que sí, Sofía.

La jirafa pudo llevarme hasta el sol.

-¡Sol!, ¿Por qué hace tanto calor?

-Lo siento mucho, pero tengo fiebre –respondió el sol. Cuando tengo fiebre hace mucho calor.

Pobrecito –pensé.

-Ahora vuelvo, sol.

Me fui para traerle al Sol un jarabe para la fiebre y una bolsa con hielo.

-Hola Sol, ya he vuelto. Te he traído una bolsa con hielo para que te baje la fiebre.

-Muchas gracias niña.

Con aquel jarabe que le di al Sol, dejó de hacer calor y el huerto no se marchitó.

Fin

                                                 Sofía 3ºB





Poemas para el

naranjo y el 

mandarino




El mandarino

El mandarino
Rima con felino
Pero no tiene sentido

Las mandarinas
color naranja
como la naranja.

Árbol de hoja peremne
de color verde

Las mandarinas
tienen vitamina C

Las mandarinas
tienen olor
hay que ponerlas
de ambientador.

             Danna 2ªA







Mandarino

El mandarino nos da mandarinas.
Las hojas son verdes.
Las mandarinas son de color naranja.
En invierno crecen las mandarinas.
Los mandarinos son de hoja peremne.
Las mandarinas nos dan vitamina C.
Las mandarinas nos curan los resfriados.

                              Nourdine 2ºA





El mandarino

El mandarino es chiquitito
Como un niñito.

El mandarino es verde
Como el césped.

Por la mañana es oro
Por la tarde plata
Y por la noche
Veneno que mata.

Si quieres adelgazar,
Mandarinas has de tomar.

La mandarina crece en el mandarino.
La mandarina tiene vitamina C,
Crece más y más
Como el compás.

Aquí terminan las rimas del mandarino.

                                 Diego 2ºA





La mandarina

Érase una mandarina
redonda y fina

Por las mañanas en su árbol
bebe agua, toma el sol
y limpia sus hojas con amor.

Charla con sus amigas
las otras mandarinas,
juega con las mariquitas,
ríe con las avispas,
mira las nubes pasar
y espera que se pongan a llorar.

Se perfuma con azahar
y le gusta mucho cantar.
Por la noche, mira la luna
y se pone a soñar.

                               Milena 2ºA






El mandarino

El mandarino
da aceite muy rico,
también, mandarinas
que están muy ricas.

La mandarina
da rica vitamina C
y cura la enfermedad

Las hojas verdes
y las mandarinas naranjas.

El mandarino pequeño
tan dulce como en su sueño.

                          Elena 2ºA






La niña mandarina


Érase una vez una niña

que se comió una mandarina,

se tragó una semilla

y se le quedó en la barriga.



Un día se miró en  el espejo

y se asustó al ver su pelo.

¡Le habían crecido hojas!

¡Parecía un mandarino!


Asustada se fue al doctor

montada en un tractor.

¡Ayúdeme, por favor!

¡Quiero mi pelo, doctor!


El doctor le hizo una medicina

con sabor a mandarina.

se curó para toda  la vida,

si no traga más semillas.


Contenta la niña

se fue a merendar

ricas cerezas y ……

otra vez a empezar.


                     2º B






El naranjito

Mi naranjito,
mi naranjito eres
tan bonito con el sabor
ácido y cítrico,
resultas exquisito.

Como flores que caen
a alzarse el viento.
Tú, eres especial
en todos los momentos.

Y mil historias que contar,
al ver pasar el tiempo.

¡Qué bonito eres!
con frutos colgados,
aromas frondosas que crean
emociones de dulce placer.
    
María y Alicia 4ºB





Mi naranjito

El naranjo yo planté,
mucho lo cuidé.

Cuando empezó a crecer,
a sus ramas, yo le hablé.

Naranjito, naranjito
le decía sin cesar
sigue creciendo así
que cuando te hagas mayor
te vestirás de azahar.

                   Amaya 4ºB





El árbol de la sombra

Naranjo, eres la vida,
eres el mar
eres la luz
que iluminas sin mas.

A la sombra tuya
me acuesto sin más,
porque ahí se nota
el fresco sin parar.

Naranjas, naranjas,
limones, limones,
quien come esa fruta
serán campeones.

La naranja con su vitamina
nos sana la vida.

                        Lorena 4ºB





Mi huerto

Una vez había un huerto
donde no había nada muerto.
Estaba todo el año verde
como la esmeralda de la suerte.

Tenía manzanas,
tenía lechugas,
y después del verano
nacían las uvas.

Al final de cada día,
el huertano veía
a su mujer María,
y para cenar,
patatas a montón tenían.

                   Antonio Javíer 4ºB





Naranjo

¡Qué naranjito
tan chiquitito!

Con tus hojitas de azahar
quedas bien en mi hogar.

Naranja y verde limón
quedas bien con ese color.

Crece, crece y crecerás más
si no, encogerás y quedarás mal.

¡Lueve y absorbe!

El naranjo va a jugar con el mandarín
que es chiquitín.

Mi naranjito
está allí abajito

Naranjito, naranjito
¿Dónde vas tú tan bonito?

                        María Carpio y Aroa 4ºA





El pequeño naranjo

Mi naranjo pequeñajo
está en el huerto de abajo.

Sus flores de azahar
perfuman mi hogar.

Mi naranjo pequeñito
es muy bonito.

Las abejas del lugar
acuden a recolectar.

Mi naranjo pequeñín
está al lado del jazmín.

¡Qué naranjas tan sabrosas,
dulces y maravillosas!

                        Samuel Mondéjar 4ºA





Mi naranjo

En mi huerto hay un naranjo,
con hojas y frutos.
Sabrosos y jugosos.

Su raíz es larga,
que busca el agua.
Algunos bichitos,
en tallos y hojas.

Con su aroma a naranjas
a la gente hechiza.

                   Kaoutar 5º B






Los nuevos inquilinos

En el patio del colegio
hemos decidido plantar
una fila de naranjos
que buena sombra nos darán.

Entre cada naranjo,
irá un gran amigo
al que le gusta mandar mucho
y tiene sabor muy fino.

Los plantaremos con cariño,
trabajando todos los niños,
esperando que sus frutos
florezcan a su ritmo.
               
                  Natalia 5º B





El pequeño naranjo

Un pequeño árbol

con el tiempo creciendo,

un árbol frutal

amargo y dulce al tiempo.

          
Un color llamativo,

naranja vivo,

un olor fresco

de árbol de otro tiempo.


Poco a poco va creciendo,

hojas y flores van saliendo.

Ya se ven pequeños frutos

Con ganas de comerlos.

                      Lizbeth 5º B





El naranjo de la 

vida






El naranjo de la vida
Hace muchos años, durante la Edad Media y en plena reconquista cristiana, había un príncipe nazarí llamado Rabalied que le encantaban las plantas y los árboles.

Un día mandó construir la estatua de un árbol, pero como al príncipe Rabalied le encantaban las naranjas, el árbol que eligió fue el naranjo. Cuando construyeron la estatua,  la colocaron en el centro del huerto que había en su palacio.

Cada día, el príncipe salía a su huerto, pues le gustaba cuidar e investigar  con las plantas. Además, el príncipe que era un hombre generoso, en muchas ocasiones, regalaba semillas de sus plantas a los campesinos de su reino.

Su vida era sencilla y placentera. Pasaron los días y llegó el verano, pero aquel verano fue extremadamente caluroso y el príncipe se afanó con esmero en el cuidado de su huerto, pues  las plantas comenzaban a debilitarse y secarse. El príncipe estaba triste y apenado. En su desesperación, suplicó a la estatua del naranjo que reanimara a las plantas para que no murieran. A los pocos días, las plantas del huerto del palacio se habían fortalecido y reanimado.

Pasaban los días y seguía haciendo mucho calor. Aquel verano empezaba a ser insoportable. Los habitantes del reino apenas salían de sus casas y en los campos y huertas, los cultivos empezaban a morir. El príncipe Rabalied pensó que aquel verano sería la desolación y hundimiento de su reino, entonces decidió volver a pedir a la estatua del naranjo que pusiera fin a tanta calor. A los pocos días, el calor tan sofocante cesó, y poco a poco, los campos y huertas empezaron a recobrar la normalidad y la vida en el reino volvió a la tranquilidad.

En agradecimiento a la estatua del naranjo, Rabalied plantó muchas plantas a su alrededor y cada día las cuidaba y regaba. Desde aquel verano, a la estatua del naranjo, fue conocida como el naranjo de la vida. 
Fin

Alejandro 5ºB





Cuento

La idea de Elena








Las granadas de Gibrám y las granadas del Cervantes  



Las granadas

Cosecha de granadas(Tacuinum Ssnitatis -Manuscrito sobre salud-, siglo XIV)


Había una vez un hombre que tenía numerosos granados en su huerta. Y todos los otoños, colocaba granadas cosechadas de su propio huerto, en bandejas de plata y a la entrada de su casa. Sobre las bandejas colocaba un cartel que él mismo confeccionaba y que decía así: “Tomen una granada, son gratis y de mi propio huerto, son ustedes bienvenidos”.

Pero las personas cruzaban por su casa y nadie agarraba ni una granada.

Entonces, el hombre meditó, y al otoño siguiente otoño ya no dejó granadas en las bandejas de plata  a la entrada de su casa. En su lugar colocó un letrero en el que se decía: “Aquí tenemos las mejores granadas de la tierra, pero las vendo más caras que ningunas otras granadas”.

Y, créanlo, entonces, todos los hombres y mujeres del pueblo llegaban presurosos a comprar aquellas granadas.


Adaptación del texto de Gibrán Jalil Gibrán





¡Todas, granadas!


Había una vez pequeño huerto en una pequeña escuela al que llegaron de visita dos granados. Eran dos pequeños granados sin apenas ramas y escasas hojas.


Como el lugar era acogedor, decidieron quedarse para siempre. Al principio, los dos pequeños granados se hicieron compañía el uno al otro. Una compañía agradable y afectiva. 


Con el paso del tiempo, los dos pequeños granados fueron creciendo y los niños y niñas de aquella escuela, se dieron cuenta de su presencia.

La presencia y las miradas de los niños y niñas les hicieron crecer y crecer. Crecían cada día, y por fin una primavera generosa les regaló a los, en otro tiempo, pequeños granados, sus primeras flores. Al mismo tiempo, junto a sus primeras flores, sus ramas crecieron como por hechizo y se poblaron de brillantes hojas verdes que custodiaban a las pequeñas flores.



Con el griterío de los niños y niñas de la escuela, los, de entonces, pequeños granados, dieron sus primeros frutos. Granadas amarillento rojizo, granadas grandes y anaranjadas, granadas pesadas y ligeras. Granadas carmín en lo alto, granadas apelotonadas, granadas verdes amarillentas colgantes, granadas moradas y pequeñas. Granadas amarillas doradas… ¡Todas, granadas!

Cuentos que todo es un cuento





El tarro de aceitunas






El tarro de aceitunas

Hace bastante tiempo, un mercader de Bagdad, que se llamaba Ali Coxia, como musulmán que era y creyente de esa religión, pensó que su deber era visitar, aunque sólo fuese una vez en la vida, la ciudad sagrada de la Meca.

Con aquella idea comenzó su preparación para realizar el viaje. Arregló todos sus negocios, dejó arrendada su casa y dejó todas sus pertenencias. Después de ello, se dio cuenta que aún le sobraban mil monedas de oro. Como no tenía ya lugar donde poder dejar dichas monedas porque se había deshecho de todo, pensó qué podía hacer para poder guardar su tesoro. Después de reflexionar tuvo una idea, las guardaría en un tarro de aceitunas.


Como así lo pensó, así lo hizo. Guardó las mil monedas de oro en el fondo de un tarro y luego, lo lleno con aceitunas. Después de esto, se dirigió a la casa de un gran amigo suyo que tenía fama de honrado y le pidió el favor de que  guardara el tarro de aceitunas hasta que regresara de su viaje. El amigo de Alí Coxia, gustosamente, aceptó guardar el tarro de aceitunas en el almacén, y además, le entregó las llaves de su casa para que Alí eligiera el lugar donde colocaría su tesoro.

A los pocos días, Alí Coxia se despidió de sus parientes y amigos y emprendió su viaje con dos camellos cargados de telas muy finas que pensaba vender en la Meca, aprovechando su viaje.

Después de cumplir con su promesa de visitar la ciudad sagrada de la Meca, Alí se dirigió al mercado para vender las telas que llevaba. Al llegar al lugar,  escuchó a alguien decir: si este comerciante supiera bien, seguro que no vendría a venderlas a este mercado y mejor podría vender sus telas en el gran mercado del el Cairo.

Las palabras de aquel hombre hicieron que Ali Coxia cambiara de opinión. Recogió sus telas y se dirigió a Egipto. Efectivamente, en Egipto  pudo vender muy bien y a buen precio todas las telas que llevaba. Después, de tan magnífico resultado del negocio, decidió aprovechar el viaje para conocer mejor el hermoso país. Luego conoció Persia, Mosul y otros países. En cada uno de ellos estuvo comerciando. Así, paso siete años.

Mientras tanto, una noche la esposa del mercader al que le había dejado encargado su tarro de aceitunas, tuvo el deseo y capricho de comer aceitunas.
- Esposa mía – le dijo su marido, tu antojo será bien fácil de cumplir. Mi amigo Alí Coxia, antes de marcharse de viaje me dejo encargado un gran tarro de aceitunas que tenemos custodiado en casa. De ello hace mucho, mucho tiempo…y como no sabemos nada de nuestro amigo Alí. ¡Quién sabe!, es posible que le haya ocurrido algo o tal vez murió. Voy a coger una lámpara y bajaré al almacén a buscar unas cuantas aceitunas del tarro, ¿Te parece, esposa mía?

- ¡Ni lo quiera Ala!, ¿Cómo se te ocurre tan semejante idea? -- replico la mujer del mercader. Cuando alguien nos confía algo para custodiarlo y más si es un gran amigo, debemos respetarlo. No sabemos si Alí Coxia algún día u otro regresará y… ¿qué pasará si Alí no encuentra su tarro de aceitunas, tal como lo dejó? ¿Qué pensaría de ti? – continuo su esposa. No, mejor deja el tarro como está y no lo toques… además, ya no tengo antojo de aceitunas.

Pero, a pesar de todos estos sabios consejos, el mercader no hizo caso a su mujer. Su deseo era complacer a su esposa. Tomó una lámpara y bajo al almacén a buscar aceitunas. Destapó el tarro y encontró que las aceitunas, que tenían tanto tiempo guardadas, se habían podrido. Sin embargo, el mercader tuvo la esperanza de que las del fondo estuvieran todavía buenas, así que vacío el tarro, y al vaciarlo empezaron a caer unas cuantas monedas.


Al ver las monedas de oro, el mercader se volvió loco de ambición. Dejo las monedas, guardo nuevamente las aceitunas y volvió a tapar el frasco. A su mujer le dijo que tenía razón, que las aceitunas estaban podridas y que había vuelto a tapar el tarro dejándolo como estaba.

A la mañana siguiente el mercader, sin decir nada, sacó todas las aceitunas podridas y tomo las mil monedas de oro. Luego, llenó el tarro con aceitunas frescas que recién había comprado. Tapó el frasco y dejo todo como estaba antes.

Ali Coxia, por su parte, después de tanto tiempo, decidió regresar a su ciudad. Al llegar a Bagdad tuvo que hospedarse en una posada, puesto que su casa y su tienda las había alquilado antes de partir. Algunos días después y tras haber arreglado varios asuntos de negocios, se decidió a ir a casa de su gran amigo el mercader, al cual le había encargado su tarro de aceitunas. Al reencontrarse los dos amigos, se abrazaron y su amigo el mercader felicitó a Alí Coxia por su  feliz regreso y le entrego la llave del almacén para que el mismo tomara su tarro de aceitunas. Alí le dio las gracias y se llevo el tarro de aceitunas a la posada donde se hospedaba. Alí vació las aceitunas, que todavía estaban bien frescas, pero no halló moneda alguna. Inmediatamente Alí fue a reclamar sus monedas a su gran amigo.


- ¡Amigo! - le dijo Alí, vengo a decirte que el tarro de aceitunas que te confié no solo contenía aceitunas, sino mil monedas de oro que yo mismo coloque en el fondo y han desaparecido. Si tú las tomaste porque necesitabas el dinero está bien, podemos arreglarlo… no pasa nada.

- ¿Acaso me estás diciendo que soy un ladrón?  -replicó el mercader. Cuando trajiste el tarro, tú mismo lo pusiste en el lugar en el que lo encontraste. Nadie ha tomado nada y parece que no sabes agradecer el favor que te hice. ¡Ahora,  márchate de mi casa!

Ali Coxia no sabía qué hacer  y después de pensar, se dirigió al juez para denunciar su caso.  El juez, después de escuchar ambas partes, no supo qué hacer, era la palabra de Alí contra la de su amigo el mercader. Frustrado y triste, Alí decidió llevar su caso directamente ante el califa como máxima autoridad y como última esperanza. El califa tampoco sabía cómo resolver el problema. Pensaba quién tenía razón y quién mentía. Aquella misma tarde, el califa, muy concentrado en el asunto, salió por la tarde, al jardín de su palacio, a dar un paseo.

Al día siguiente mando llamar a los dos hombres. Eran dos expertos aceituneros, a quienes el califa presentó a Alí Coxia y su amigo el mercader. Ante ellos, los dos, nuevamente, presentaron su punto de vista. Alí reclamando que había dejado de mil monedas de oro en un tarro de aceitunas. Su amigo, el mercader negando contundentemente que tales monedas, no existían.  Finalmente, el califa hizo dar opinión a los dos expertos aceituneros a quienes les presentaron el tarro de aceitunas. El califa tomó una aceituna y se la dio a uno de los aceituneros.

- ¿Qué te parecen?-- pregunto el califa.
- ¡Excelentes, mi señor! - opinó el aceitunero
- Están muy frescas, deben de ser de este año.
- Debes estar equivocado. –dijo el califa, porque estas aceitunas fueron puestas en el tarro hace siete años.
- ¡Señor, que las pruebe el otro aceitunero!, pero yo le aseguro que son de este mismo año.


El otro experto probó también las aceitunas y corroboró lo que había dicho el primero. De esta forma, el califa supo cómo resolver el asunto.

Castigó al mercader que había sido deshonesto y mal amigo, y a Ali Coxia le fueron devueltas sus mil monedas de oro.

Adaptación cuento “El tarro de las aceitunas” de la colección "Las mil y una noche"






El labrador y el árbol







EL LABRADOR Y EL ÁRBOL



Hace tiempo había un labrador que tenía un fabuloso huerto que con sus propias manos cuidaba. Era un buen conocedor de la labranza y los cuidados de la tierra. Así, nada estaba descuidado en su huerto.

Era un huerto colmado de toda abundancia y encanto. Un lugar agradable sobre el que pasaba una pequeña acequia de agua generosa que recorriendo por multitud de surcos llegaba a cada planta y cada árbol.




Sobre la fértil tierra de su huerto, cultivaba con esmero y dedicación toda clase de hortalizas. Cada estación le daba todo lo que traen las estaciones: nabos, zanahorias, acelgas, ajos, coles, lechugas, puerros, calabazas…que consumía de muchas maneras, hervidas, aliñadas o en puré. Además, disponía de una hermosa arboleda en la que se entremezclaban toda clase de árboles frutales. Todos ellos estaban repartidos y separados con un perfume a opulenta cosecha y a fruta madura.  Las ramas de sus frondosos y corpulentos perales, naranjos, manzanos, higueras y granados se inclinaban hasta el suelo   cargados de las mejores y exuberantes frutas que el labrador cosechaba para su deleite.

En la parte de dentro de la arboleda, como custodiado por el resto de fabulosos árboles, había un estéril árbol que únicamente servía de refugio a gorriones y a cigarras ruidosas.  El labrador, sabiendo que aquel árbol, después de muchos años, no había dado ni daría fruto alguno, como los otros árboles que siempre estaban poblados de perfumados frutos, se dispuso a derribarlo y eliminarlo de la arboleda.



Tomo su afilada hacha y descargó contra él sus primeros hachazos. Asustados los gorriones y las cigarras suplicaron al labrador que no cortase el árbol, pues a ellos le servía de refugio para protegerse y hacer sus nidos para la cría. El labrador, no hizo caso alguno y continuó golpeando al árbol. De pronto, sobre aquel árbol, quedó al descubierto un panal de abejas y dejó de golpear el árbol. El labrador, probó y gustó su rica miel, con lo que dejó de apalear con el hacha y desde entonces comenzó a cuidarlo con gran esmero, como si fuera sagrado.



Moraleja: Mucha gente hay que hace un bien sólo si de él recoge beneficio, no por amor y respeto a lo que es justo. Haz el bien por el bien mismo, no porque de él vayas a sacar provecho.

El labrador y el árbol. Adaptación de la fábula de Esopo.







Las dos hermanas y la naranja 







LAS DOS HERMANAS Y LA NARANJA



Hace mucho tiempo, el ilustre Ben Tahir, guerrero valeroso y hábil gobernante, vivía en su hermoso palacio con su esposa y sus dos hijas. Desde que sus dos hijas nacieron quiso educarlas con inteligencia y sensibilidad, y por eso dejó la educación de las niñas al   cuidado del mayor sabio de su tiempo, Abu al Jadá.



Cada mañana, Ben Tahir, salía al jardín de palacio y sonreía contemplando los juegos de sus hijas, y las veía comportarse con elegancia, sencillez y decoro.

Pero ocurrió que un día, para sorpresa de todos, las dos hermanas empezaron a pelearse. Sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos, el padre se les acercó a toda prisa y preguntó al maestro Abu cuál era el motivo de la riña.

– Es por una naranja, mi Señor – se apresuró a decir.

– ¿Por una naranja?

– Así es, mi Señor. Este año el naranjo del jardín tan sólo nos ha dejado una.

– ¡Pues que dividan inmediatamente la naranja en dos mitades, una mitad para cada niña!  ¡Es lo más justo y equilibrado! – dijo Ben Tahir, sin dudarlo un instante.

Ben Tahir, se sintió satisfecho, pues su decisión había sido sabia, equitativa y justa. Sin embargo, al poco rato, observó que ninguna de sus hijas pareció alegrarse con la solución, y ambas se retiraron en silencio, tristes y alicaídas a sus habitaciones.



–  ¿Por qué mis hijas continúan tristes? ¿Cómo es posible? – preguntó Ben Tahir, desconcertado.

El sabio Abu le respondió:

– Quizá la decisión de partir la naranja en dos mitades no ha sido la más acertada. Sinceramente y en mi humilde opinión, evidencia un arreglo decididamente tonto, mi Señor.

– ¿Cómo os atrevéis a insultarme?, servidor.

– No mi Señor, sólo digo que, probablemente, prestando más atención a sus hijas podría haber alcanzado un mejor acuerdo.

– ¿Cómo dices, viejo Abu? Explícate.

– En lugar de decidir por ellas, podría haber preguntado. En ese caso, se habría dado cuenta que la solución habría sido en dar toda la piel de la naranja, a quien de ellas la pretendía sólo para ralladura, y así elaborar un pastel, y dar toda la pulpa, a la otra quien deseaba comérsela sin más.





La leyenda del gusano de seda






LA LEYENDA DEL GUSANO DE SEDA



Según cuenta la leyenda china, la seda se descubrió en el año 2640 a. C. Cierto día cuando Xi Ling Shi, esposa del emperador Huang Ti, se encontraba en los jardines del palacio real bajo la sombra de una morera, decidió tomarse una infusión de té. Cuando bebía de su tazón, de la morera algo cayó en su té, Xi Ling Shi intentó sacar aquello pero se deshilachó y se encontró con un manojo de hilo fino que parecía que no tenía fin. Intrigada por lo sucedido, Xi Ling Shi cogió de la morera un puñado de capullos y los metió en la olla con agua caliente. Mezcló los capullos y al poco rato se convirtieron en un gran ovillo. Después, lo sacó y se dio cuenta que aquel hilo tenía un brillo natural y una textura lisa y suave que lo distinguía del resto de hilos que ella mismo conocía.

Como excelente tejedora, Xi Ling Shi, cogió aquel ovillo de hilo e hizo una madeja con la que empezó a tejer sus primeras prendas que eran de las más suaves y cómodas que nunca antes había tejido.  Xi Ling Shi había descubierto el hilo de seda y su extraordinario descubrimiento se convirtió en el secreto de la seda. Como el hallazgo era algo excepcional se consideró no difundirlo fuera de china y se guardó muy bien el secreto hasta, aproximadamente, 1.500 años después de su descubrimiento.


Xi Ling Shi fue considerada como la primera persona que comenzó a dedicarse a la cría de gusanos de seda con la que elaborar la seda y la producción de magníficos y admirables telares de seda. Así fue como los tejidos de seda fueron elaborados por primera vez en la antigua china, y la emperatriz  Xi Ling Shi quien comenzó a utilizar los primeros vestidos de seda. Vestidos y telares de seda se convirtieron en tejidos reservados exclusivamente a los miembros de la familia imperial china, tanto para su propio uso como para ser regalado.

Con el tiempo, dado que en la tradición y la cultura china cada vez se usaba más la cría de gusanos y la producción de seda, acabó por extenderse hasta otras zonas de China y la seda, por su textura y brillo, se convirtió rápidamente en un producto de lujo muy apreciado por los comerciantes. Además, los telares de seda eran muy accesibles y cómodos de transportar. Pero una Ley Imperial decretó secreto la cría del gusano de seda para la obtención de la seda. No podía ser conocido fuera de China, así  todo aquel que revelara el secreto sería torturado hasta morir.



Durante muchos años, los chinos lograron conservar el secreto de la producción de la seda por medio de  medidas sumamente drásticas. Aplicaban hasta la pena de muerte a quien se atreviera a sacar de su territorio huevecillos, gusanos o mariposas de la especie.


Cuando el emperador romano Justiniano tuvo la idea de enviar a monjes para predicar el cristianismo por oriente, aquellos monjes conocieron de las excelencias de los tejidos de seda y quedaron maravillados de la crianza del gusano de seda y los procesos de elaboración de la seda. Por las cabezas de aquellos monjes pasaba la idea de poder sacar del país semillas de morera y huevecillos de los gusanos de seda, pero igualmente, sobre sus cabezas pesaba la estricta y severa condena que les caería. Pero la posibilidad de que pudieran conocer fuera de China el secreto de la crianza del gusano de seda, les armó de valor y astucia. Uno de aquellos monjes ideó un plan. En el hueco de sus bastones de bambú, introdujeron semillas de morera y huevecillos de gusano de sea, y así, cuando decidieron salir del país, lograron burlar la vigilancia a que estaban sometidos y consiguieron sacar hacia sus territorios.




De esta manera con el paso de los años, la crianza del gusano de seda llegó a Europa. Italia, Francia y España fueron los lugares donde obtuvieron excelentes resultados y la crianza del gusano de seda se convirtió en una práctica y rentable actividad para muchísimas personas que decidieron dedicarse a ello.






El granado, las golondrinas y las estaciones





EL GRANADO, LAS GOLONDRINAS Y LAS ESTACIONES




Empezaba a sentirse el cambio de estación. Presuroso como todos los años, sin hacer apenas  ruido, ni aún permiso, el otoño llegaba con su aire fresco, un perfume a tierra húmeda que envuelve el ambiente y una delicada y suave luz del día que lo acorrala todo, que lo apaga todo.  El otoño distinguido y necesario, después de larga ausencia, llegaba silencioso y pretendido.

Sobre los viejos cables de los postes de la luz las golondrinas en clan, el rocío sobre la tierra y las pequeñas plantas, saludaban, sobre las primeras horas de la mañana, al ansiado otoño.

Tiernamente, las golondrinas y el otoño se   saludaron. Es un saludo breve y cortés. Repentinamente, presurosas y excitadas levantan el vuelo para entablar su lucha dócil con el otoño. Es una disputa perdida de antemano. El otoño vino para quedarse y sale ganador. Sutilmente, transforma el ambiente apropiado para sí mismo. Las golondrinas, después de conjurarse sobre los cables de la luz, vuelan como locuelas, nerviosas y veloces para tomar el camino de la otra primavera. Primavera que les espera con pasión.
A pie de suelo, el granado imperioso y orgulloso, decide dar la bienvenida al otoño, la nueva estación. Para ello, le regala su mayor y mejor tesoro, las granadas. Son las granadas del otoño. Son el otoño de las granadas. Agradecido y paciente, el otoño, irá librando al granado de su pesada prenda que será deleite para la vista de viajeros y paseantes y placer para el paladar. Pero, también, lentamente, sosegado y tranquilo va envejeciendo y decolorando las brillantes hojas del granado que hace tiempo la primavera le obsequió con todo el cariño.

Mientras, las golondrinas quedaron desterradas por el soberano y soberbio otoño y sobre un suelo cubierto de hojas pálidas y marchitas, el, ahora, desdichado granado sin frutos y sin hojas, contempla reposado al agonizante otoño que cubría el día con su más negrura sombra.


Sacudido por el silencio sordo de un cadavérico otoño, surge con fuerza atronadora el viento y el frío que custodian la entrada del siempre presente invierno. Como siempre, llega ruidoso y fortalecido.

La fuerza y vigor del invierno va librando del pie del granado el montón de hojas secas que el otoño dejó. La brusca y violenta voz del invierno pone en refugio a todo ser viviente. Todo se esconde y todo enmudece.


Ante el impertinente, orgulloso y violento invierno, el virtuoso paso del tiempo trae la olvidada y valiente primavera que se presenta envuelta en verde y desprendiendo un aroma fresco y vivo. Su luminosidad y claridad desafían al majestuoso invierno. Lo más minúsculo se magnifica y pronto diminutos y brillantes verdes van cubriendo el suelo sobre el pie del granado. Los árboles comienzan a despertar y abrazar a la atrevida   y decidida primavera y toman de la mano al sol. La luz primaveral comienza a dominar el día.

El desfallecido granado fue cobrando vida. De sus ramas comienzan a surgir  pequeños brotes verdes y sobre su tronco, hormigas, orugas  y pequeñas arañas dibujan juegos y ajetreos.

Atraídas por el perfume y la juvenil luz de los días, las mismas golondrinas vencidas por el otoño desaparecido y acabado, regresan a su nueva primavera. El granado, fiel amigo, va brindando como regalo sus más bellas y hermosas flores de pétalos de color carmesí brillante, de color naranja y, también, el alimento de pequeños insectos  que sobre sus hojas y flores se agitan y revolotean las golondrinas.

Embrujado por la primavera se deja ver y sentir el verano. El mismo verano que el cruel otoño, tiempo atrás, había desterrado, modela todo un majestuoso granado verde de hojas lustrosas con ramas semicolgantes y tallos erectos y empinados que tratan de alcanzar el cielo. De aquella agraciada frondosidad, sobresalen exuberantes granadas despidiendo destellos rojos amarillentos y anaranjados que brillan con luz intensa que atraen a mosquitos, hormigas voladoras, saltamontes, polillas…y que las golondrinas, con su característico vuelo rápido con cambios de dirección repentina y su canto cautivante, débil y gorjeante capturan en el aire perfumado en derredor del granado para alimentarse.

Como cada año el presuroso otoño va apareciendo para ir acortando los días y apagando la luz natural del verano. Poco a poco tinta las hojas del granado con tonos amarillos y anaranjado y con su poderoso soplo va despojando de las flexibles y espinosas ramas. Pero antes que aparezcan las siempre lluvias del otoño, las golondrinas en gran grupo se lanzarán en vuelo en busca de su otra primavera.

Sobre el granado, las fuertes lluvias del otoño agrietan las granadas maduras y se abren de forma natural. Sus semillas carnosas en intemperie serán alimento de aves e insectos y su cáscara dura, acartonada y agrietada será aprovechada por hongos y pequeños roedores.




Una nueva vez más, la misiva del tiempo se habrá cumplido: “las golondrinas emigran y el granado queda desnudo sobre un tapiz de hojas mortecinas”.


“Cuentos que todo es un cuento” (Pepe Marín)





Los diez higos y la profecía






LOS DIEZ HIGOS Y LA PROFECÍA



Había  una vez un pobre hombre llamado Tefen que apenas ganaba lo suficiente para sobrevivir. Era un mercader que vendía las telas que él mismo tejía con cáñamo a los campesinos y campesinas del pequeño pueblo donde vivía y alrededores.

Tefen vivía en el campo en una pequeña cabaña que había construido. Disponía de un trozo de tierra y a su alrededor levantó un pequeño muro colocando unas piedras sobre las otras. Con el paso del tiempo, un día encontró que frente a su cabaña y en un rincón brotó una diminuta higuera y pensó que aquello era un regalo del dios Amón-Ra.

Fue pasando el tiempo y la higuera creció y dio sus frutos deliciosos y jugosos. Tefen estaba contento porque bajo aquella higuera descansaba a la sombra en los días calurosos y los higos eran un exquisito alimento que comía acompañándose de pequeñas tortitas de pan. Cada día, Tefen cogía los higos que necesariamente necesitaba para comer, de esta manera le duraban más y al acabarse los frutos, ya sólo tendría, nada más que pan para comer.




A pesar de las penurias que pasaba día a día, alababa a Amón-Ra, pues era un hombre piadoso.

Cierto día de invierno, cuando entraba a su casa después de regresar de realizar algunas ventas, se dio cuenta que la higuera estaba cubierta de tersas hojas y jugosos frutos. Se acercó y contó hasta diez higos, pero sobre ellos sobresalía un higo enorme, desmesurado, colorado y bien maduro que parecía que se caería por sí solo al suelo. Los otros higos, estaban más pequeños y menos maduros. Todo parecía indicar que aquellos higos iban madurando de uno en uno. Aquel hecho dejó a Tefen pensativo, y de inmediato trató de pedir consejo a un escriba vecino suyo y que tenía fama de hombre prudente y sabio.

El escriba, después de oír a Tefen, tomó la palabra y le dijo:
-         “Durante diez días seguidos llevarás al Faraón el higo que haya madurado completamente y esté a punto para ser comido en aquel mismo día, y el décimo día, tu destino se cumplirá”. Finalmente, sentenció: “El bueno y el malvado serán colocados cada uno en su lugar”.

El mercader así lo hizo. A la mañana siguiente, se dirigió al palacio y ante el faraón le entregó el higo maduro y delicioso que había cogido aquel mismo día de su higuera. El soberano se sintió complacido y se dignó a comérselo ante Feten. Con la exquisitez de aquel fruto en su boca y que nunca antes había probado en invierno, el Faraón, ordenó a su administrador que el tesorero lo recompensara entregándole diez monedas de oro.

El mercader regresó muy contento a su casa y así, continuo  llevando  diariamente los raros y riquísimos higos al faraón. Cada día, Tefen era recompensado con diez nuevas monedas de oro. Todo aquello despertó la envidia y celos de Anzad,  que así era como se llamaba el administrador, e ideó un plan para que cayera en desgracia.

Al día siguiente, Anzab, disimulando su envidia, saludó cortésmente al mercader cuando llegó a Palacio y le dijo:
-      Ciertamente has caído en gracia al Faraón, pues no hace más que hablar de ti y tus excelentes higos. Pero a pesar de los riquísimos y magníficos higos, seguramente comes demasiados ajos y el olor de los ajos incomoda y molesta bastante al Faraón. Deberías cubrirte la cara con un lienzo blanco al presentarte mañana ante él.

Ya en su cabaña, el mercader se lamentó mucho haber comido tantos ajos y siguiendo  el consejo del administrador, se presentó ante el faraón con la boca y cuello cubierto con un lienzo de lino y con el octavo de sus hermosos higos. Intrigado el faraón, preguntó a Anzab:

-      ¿Qué significaba el extraño atuendo que llevaba Feten? 
-      Señor –le dijo el administrador al oído–, este hombre dice que no aguanta el olor de vuestro aliento que por poco le hace desmayar… y si se tapa la boca con un lienzo es con el fin de no oler nada, ya que de otra manera no podría hablar sin desvanecerse.


El faraón mordió y saboreó deliciosamente pensativo el noveno higo y, después escribió con su propia letra una corta nota dirigida al tesorero y se la entregó al mercader para que se la llevara personalmente. Tras despedirse del Faraón, Faten se fue en busca del tesorero mayor, pero el administrador embargado por la codicia detuvo al mercader y le dijo:
-      El faraón lo ha pensado mejor y me ha enviado para evitarte la molestia de cumplir el encargo de la carta que te ha dado para el tesorero mayor. Así que entrégamela y yo mismo se la haré llegar al tesorero.

Anzab  no podía reprimir su alegría e impaciente, esperó la hora del alba para presentarse ante las puertas de la tesorería real. En cuanto se abrió la puerta el tesorero mayor recibió la misiva, y besó respetuosamente el sello real. Luego  rompió el sello y leyó la carta. Inmediatamente, mandó hacer lo que ordenaba la carta, apresar y encerrar a su portador. El tesorero levantó un dedo y dos soldados de la guardia acudieron presurosos,  prendiendo al administrador mayor del palacio y se lo llevaron para encerrarle en el calabozo.

Mientras tanto, en el patio de las audiencias de palacio, el mercader llegaba como cada mañana, muy contento con su décimo higo para entregar al faraón. Cuando  el faraón lo vio, no podía dar crédito a sus ojos, buscó con la mirada a Anzab, el administrador, pero por primera vez en muchos años el administrador no se encontraba en su puesto,  justamente en esos momentos, llegó el tesorero mayor con una pequeña anotación en la mano. 

El faraón bastante enfurecido, increpó duramente al tesorero mayor porque no se habían cumplido sus órdenes. El tesorero mayor aterrado se dirigió a su majestad le entregó la nota y le comunicó que había cumplido sus órdenes al pie de la letra.
-      Esto es inaudito –declaró el faraón,  no es el administrador a quien debías encarcelar, sino al mercader.



El tesorero mayor un tanto confundido y sin saber a ciencia cierta que estaba ocurriendo, fue llevado aparte para ser interrogado, entonces contó lo sucedido al faraón y dijo:
-      Salta a la vista que ese Anzab era un impostor, un traidor mentiroso, un ladrón incorregible…. Pero todo está bien cuando bien acaba.

El faraón se dirigió al campesino y le expuso:
-      Ahora tú serás el nuevo administrador de mi palacio.


El  campesino se inclinó reverente a los pies del soberano y mientras esto hacía murmuraba algunas palabras.
-       ¿Qué andas  refunfuñando?–preguntó su majestad, ¿No estás satisfecho?
-      Reboso de satisfacción, oh Señor,  pero mi cabeza estaba puesta en el escriba a quien consulté cuando descubrí mi higuera con diez higos y predijo con gran acierto el porvenir, ¡Bendigo su nombre, porque es grande su sabiduría! El día en que lo consulté me aconsejó que ofreciera mis higos al Faraón, único merecedor de tales delicias y me anunció que el décimo día, el bueno y el malvado serían colocados cada uno en su lugar y he aquí que Anzab, el administrador del palacio, ha sido encarcelado y que yo ocupo su sitio.
-      Todo está muy bien –replicó el Faraón,  pero te estás olvidando de darme el décimo higo.

Con gran  rapidez, Feten entregó al faraón el décimo y último de los higos y lo disfrutó recreándose en su aroma y sabor.

(Leyenda del Antiguo Egipto)





El faraón Dyoser y la crecida del Nilo






El faraón Dyoser y la crecida del Nilo


El río Nilo


En el antiguo Egipto, cada año, entre los meses de  junio y septiembre, las lluvias causaban las ansiadas crecidas del río que inundaban las tierras próximas al Nilo. Después  de cada crecida anual del Nilo, sus aguas bajaban y dejaban al descubierto un suelo extraordinariamente fértil, recubierto de un excelente lodo y fácil de cultivar, lo que garantizaba el alimento y el agua a los grupos humanos que vivían a las orillas de aquel generoso río Nilo. Las magníficas condiciones de aquellas tierras facilitaron  una agricultura que permitió el cultivo de una amplia variedad de cereales, legumbres, hortalizas y especies frutales. Igualmente, se dedicaron bastantes tierras al cultivo del lino y su utilización en la confección de telas.

Sobre la importancia del río Nilo en la antigüedad.



Sentado en su trono, silencioso y apenado, se encontraba el faraón Dyoser.

Egipto había caído en desgracia ya que hacía siete años que la crecida del Nilo era insuficiente. No había agua suficiente para regar las tierras, y las reservas de los graneros, que hasta ahora habían permitido al pueblo alimentarse, se estaban quedando vacíos.

Los meses pasaban y la preocupación del faraón aumentaba. Su pueblo no tenía apenas con qué alimentarse, los campesinos observaban con tristeza los campos secos, los niños lloraban y los ancianos se debilitaban. Incluso los templos se cerraban por falta de ofrendas a sus dioses.




El Nilo se negaba a fecundar la tierra de Egipto. Por eso, decidió pedir ayuda a su amigo y primer ministro Imhotep, arquitecto, médico, mago y astrólogo.

– Nuestro país está sufriendo una grave situación – dijo el rey dirigiéndose a Imhotep -. Si no encontramos una solución moriremos de hambre. Hay que darse prisa y descubrir dónde nace el Nilo para saber cuál es el poder divino responsable de que suban las aguas.

Imhotep se marchó a Heliópolis, donde se encontraba el gran templo de Thot, dios de la sabiduría y protector de los escribas. Buscó entre los libros sagrados y documentos más antiguos que hablaran sobre la crecida del Nilo y volvió al palacio para informar a Dyoser.

– Eres el primer faraón que se interesa por los secretos de los caudales del Nilo –   comentó Imhotep mientras desenrollaba un montón de papiros, y prosiguió– Los textos indican que en el sur de Egipto se encuentra la isla de Elefantina. Allí apareció la luz divina cuando decidió dar vida a todos los seres. El Nilo nace en ese lugar, en dos cavernas de donde manan todas las riquezas de la tierra. Cuando lo desea, el Nilo fertiliza sus orillas.

– ¿Quién vigila esas cavernas? – preguntó ansioso el faraón.

– El dios Jnum, quien modela en su torno de alfarero a todos los seres. Se encuentra en Elefantina y retiene bajo sus sandalias el caudal del río. Mientras no las levante no habrá crecida. Jnum es quién dispone las tierras fértiles del Alto y del Bajo Egipto, quien hace crecer el trigo, quien hace posible la producción de piedras en las canteras para elevar los templos. Gracias a él prosperan los animales y las plantas.

Para conseguir que Jnum liberara la crecida, Dyoser tuvo que ir a Elefantina en busca de una paleta de escriba y una cuerda de agrimensor para medir los   campos. El faraón imploró los favores del dios pidiéndole la salvación de su pueblo. Pero sus plegarias no fueron atendidas. Sin embargo, decidió quedarse en la isla de Elefantina luchando hasta el final, aunque le costara la vida.

Dyoser, vencido por el cansancio se quedó dormido, y en sus sueños se le apareció el dios Jnum. El rey alzó sus manos en señal de respeto, y el dios le habló.

– Soy Jnum, el dios creador; dame un abrazo para que mi magia te proteja… ¿Qué te sucede Dyoser? ¿Por qué me llamas con tanta insistencia?




– Estoy preocupado por mi país y mi pueblo.

– ¡Tienes motivos para estarlo! Te he dado numerosos materiales para que edifiques templos y construyas estatuas a los dioses y tú no los has hecho. Tienes que restaurar los monumentos antiguos y construir otros nuevos. El pueblo de Egipto debe adorar a sus dioses y el faraón dar ejemplo. Ahora ya sabes los motivos de mi enfado.

Jnum, señor del Nilo y de la fecundidad de las tierras de Egipto, vigilaba las dos grutas que se encontraban en el santuario secreto del templo de Jnum de esta isla. De allí procedían las fuentes del Nilo. Una puerta impedía a los humanos el acceso para evitar que descubrieran el secreto e hicieran mal uso de él.

– Por ti, que eres el servidor de los dioses y de tu pueblo, abriré esta puerta dejando circular el caudal del Nilo. Regará sus orillas y sus campos se fertilizarán. Egipto prosperará – dijo Jnum, y cogiendo de la mano a Dyoser le llevó al fondo de las dos grutas, donde el Nilo dormía en forma de serpiente debajo de sus sandalias.




– Mi maestro de obras Imhotep edificará tu templo en la isla del origen del mundo y tu santuario guardará para siempre el secreto de la crecida del Nilo – añadió el faraón.

Jnum levantó sus sandalias. La serpiente se convirtió en un joven fuerte con la cabeza cubierta de cañas que se emergió en el agua estancada transformándola en una caudalosa riada.

Cuando Dyoser despertó, observó que el caudal del Nilo fluía con fuerza. A sus pies estaba la tabla de escriba con un texto grabado: una plegaria al dios Jnum que nunca debería olvidarse.

Ese mismo día ordenó que iniciaran las obras de construcción de un templo dedicado a Jnum. En sus muros se escribiría en jeroglíficos la plegaria para que cada año subieran las aguas del Nilo regando sus campos y procurando la prosperidad del pueblo egipcio.



Leyenda antiguo Egipto






1 comentario:

  1. Buenos escritores corretean por los pasillos del Cervantes.

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